La modista se apartó un poco para observar detenidamente su máxima creación, cerciorándose que cada costura estuviese encajada a la perfección. De vez en cuando le echaba un vistazo a los distintos espejos que tenía. Uno en frente, dos a los lados y uno atrás. Comprobando como se veía en distintos puntos.
Kagome estaba más que engentada con el trabajo que había hecho la modista, no podía dar crédito. Aquella mañana decidió salir sola, pues no deseaba que su madre viera el diseño.
Una vez que hubo cruzado las puertas del local, madame Bernadette cerró con llave para que no pudieran tener alguna distracción. Incluso la citó a la hora del té, en ese tiempo estaban seguras de que no las molestarían.
Madame Bernadette se llevó un dedo al mentón, alzó una delgada ceja. Lo que tenía ante sus ojos y arrugada cara eran una obra de arte. Muy moderno para la época en la que estaban.
— ¿Y bien? – preguntó la modista — ¿Qué piensa?
Kagome esbozó una radiante sonrisa, girando de un lado a otro para ver el diseño.
—Sin duda es demasiado escandaloso – puntualizó Kagome —Pero inocente a la vez.
La modista asintió muy complacida de haber cumplido las expectativas que su cliente había demandado.
—Recuerde, solo debe tirar de este listón y automáticamente las capas del vestido irán cayendo.
Asintió poniendo atención en la exposición que daba la mujer. Una sonrisa se dibujó en sus labios. Este era el vestido más bonito que había visto y era el primero que usaría en un baile, tal vez ese hubiese sido el primero de muchos de un debut que nunca pudo ser. Pero con él, compensaría todos aquellos que no pudieron ser.
O tal vez no era el vestido lo que la tenía es ese estado de adrenalina. Sino más bien por su determinación de atrapar a ese hombre que la misma sociedad le había arrebatado de las manos. Sabía que en gran parte su adorado hermano Miroku, ardería en el infierno al ver que estaba tras los pasos de Inuyasha, pero desde que lo vio por primera vez después de mucho tiempo, no pudo evitar sentir como su corazón revoloteaba al ver aquellos ojos dorados.
Si lo que decía Kikyo era cierto, entonces lo que debía hacer era apurarse y atraparlo antes de que cualquier madre casadera se le adelantara.
Cuando volvió a casa de su madre lo primero que hizo fue ir directo a su habitación y ocultar el vestido. No quería que nadie ni sobre todo su madre lo viera antes del dichoso baile.
Al bajar comenzó a buscar a su madre por toda la casa, pero justo al llegar a la sala de té se detuvo al escuchar la voz de su hermano Miroku discutiendo con ella. Fue inevitable no permanecer oculta en un rincón mientras escuchaba la discusión que se ejercía en ese saloncito. Una empleada pasó a su lado e hizo una inclinación, en ese momento se sintió un poco avergonzada por que fuese vista escuchando entre las paredes.
Frunció el cejo cuando escuchó como su hermano la nombraba. Ambos discutiendo sobre los interés que le podrían convenirle a ella y eso le llamó terriblemente la atención. Se quedó muy quieta desde el lugar donde estaba y escuchó con atención.
—De ninguna manera voy a aceptar que cases a mi hija con ese hombre – su madre se levantó indignada de su asiento mientras golpeaba el piso con su pie.
—Recapacita ¿Quieres? – estaba al borde de la exasperación, tratando de hacerle entender a su progenitora lo adecuado que era para su hermana ese plan – Ese hombre es rico, tu hija fácilmente podría vivir una vida cómoda el resto de vida.
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LADIES: ¡ESE DUQUE ES MÍO!
RomanceKagome tenía altas expectativas cuando llegara el tiempo de hacer su presentación en sociedad. Su corazón latía desbocado por el hijo bastardo de un duque, pero para él solo era más que una hermana. ¿Algún día logrará conquistarlo?