Capítulo 1

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Londres, 1828

Inuyasha Taisho decimoctavo duque de Lexington se despertó con dolor de cabeza. Eso le pasaba cada noche que sus sueños lo conducían hacía una joven de cabello azabache y ojos chocolate. Se preguntaba cómo estaría en estos momentos, que es lo que estaría haciendo en Francia ¿Se habría casado ya?. Cuando la condesa Percival los descubrió a ellos en el jardín en una postura que dejaba poco a la imaginación, el marqués de ese entonces George Wimsey se había enfadado tanto con él mientras que Miroku no le faltaba poco como para retarlo a un duelo y sobre todo con la amenaza de matarlo si se volvía acercar a su hermana.

Esperaron unos minutos a que Lady Higurashi se hubiese llevado a Kagome y Lady Percival. Esa maldita mujer, no sabía de donde salió exactamente, pues gracias a ella y a su lengua larga causó un daño irreparable.

Entonces sin que previo aviso Miroku le asestó un golpe en la mejilla.

—No pasó nada. – dijo mientras se llevaba la mano a la mejilla y se limpiaba la sangre que comenzaba a salir. —Ustedes me conocen – miró a Miroku — Sabes que soy incapaz de tocarla.

George, marqués de Wimsey observó a Inuyasha con cierta melancolía y sobre todo decepción. Algo que sin duda le dolió más a él y en parte se sentía un poco apenado por lo que ocurrió.

— No sé si creerte o no, hijo —fueron sus únicas palabras mientras observaba de vez en cuando el trayecto de su esposa y el de su hija ― Pero la condesa Percival los encontró en una posición demasiado comprometedora.

—Le has causado un daño irreparable a Kagome. Gracias a ti, su reputación esta arruinada.

Solo quedaba una opción, pedirle matrimonio y así reparar el daño, pero una vez más Miroku su adelantó.

― Y ni se te ocurra pedir su mano – escupió esa frase con tanta ira – Porque no le podrás ofrecer más que penuria y calvario. Piensa, eres un bastardo, es preferible una reputación dañada y mandarla lejos de aquí a que sufra.

Cerró la boca, pues en cada una de esas palabras se ocultaba una verdad dolorosa. Era hijo de un duque, un bastardo no reconocido, un ilegitimo hijo que ocultaron en las sombras. Kagome merecía más que eso.

― Quiero que esta misma noche te largues – ordenó el hermano mayor – No quiero volver a verte cerca de mi familia ¿Entiendes?

Esa misma noche se fue de Wimsey, dejando atrás a la única familia que nunca le importó que fuese un bastardo, la única familia que en verdad lo habían hecho sentir como un integrante más. Y, sobre todo, dejando atrás a Kagome, quién era la que más le preocupaba.

Un parpadeo rápido y la realidad lo golpeó. Habían pasado ocho años de eso.

Su mayordomo llamó a la puerta haciendo y tuvo que hacer un esfuerzo para dejar el pasado atrás.

—Adelante.

—Buenos días, señor – dijo el anciano hombre – El desayuno está listo. ¿Quiere que lo ayude a vestir?

A pesar de que llevaba ocho años con el título de duque, aún no se acostumbraba a que alguien más hiciera las cosas por él.

—No Hamilton, puedo solo. ¿La duquesa ya despertó?

—Si señor – asintió –Dice que lo esperara en el comedor.

Él asintió y aguardó a que el mayordomo saliera de su habitación para vestirse.

Cuando dejó la mansión Wimsey su padre lo había mandado a buscar a la posada donde se alojaba. En un principio se negó a escucharlo, en veinte años nunca había intentado acercarse a él, salvo el único día en que lo dejó al cuidado de Lord Higurashi. Pero al ver el sufrimiento en sus ojos no hizo más que apiadarse de él y escucharlo.

LADIES: ¡ESE DUQUE ES MÍO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora