Capítulo diecinueve

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  El video fue reproducido una vez más, y acariciando la fría cámara de vigilancia, la detective Hana Sato suspiró al ver que no tenía otra evidencia más que a un hombre y dos niños corriendo por el callejón con la muchacha. Era prueba suficiente para culparlos de secuestro, pero no para señalarlos como asesinos. Los japoneses eran muy minuciosos, y estaba segura de que su jefe le pediría más cosas para llegar al fondo del caso. Observó, una vez más, la máquina destruida que permanecía a un lado suyo: la escarcha blanca aún no se derretía, los pedazos de hielo aún estaban punzantes, y el ceño fruncido de la mujer todavía continuaba en su rostro como una manifestación de misterio y curiosidad.

  Siempre, y en cualquier parte, habría un peligro que enfrentar, aunque esta vez le sorprendió, ya que nunca hubo un crimen que le respirara tan cerca de la nuca como ese. Sacudió la cabeza en señal de frustración, y apartando el objeto, tomó un lápiz y comenzó a redactar una parte de lo que sería su futuro informe. Su oficina fue contagiada por los primeros rayos de sol de la mañana, y pese a que estaba un poco helada, ella sentía el calor del trabajo.

  Sin embargo, y luego de unos minutos en los que casi no podía mantener la concentración, varias preguntas le allanaron la mente: ¿Quiénes eran ellos?, ¿Por qué huían si no eran culpables?, ¿Qué ocultaban? La información que se habían esforzado en recopilar no le servía mucho: extranjeros hospedados en un hotel que no habían cumplido aún las setenta y dos horas en el territorio, y para colmo, la base de datos no había arrojado nada en concreto.

 Marco el número de su mano derecha, y cuando este contestó, le dijo en un tono lineal y algo robótico que después del mediodía saldrían a investigar. Al colgar se olvidó de su tarea escrita: las fotos de Samuel ocuparon su atención.

  Fue incómodo para él ponerse esa cosa extraña llamada "gorra", y aunque los lentes oscuros también representaban una molestia, tuvo que usar ambas cosas para evitar ser reconocido y porque la luz solar lo estaba cansando

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  Fue incómodo para él ponerse esa cosa extraña llamada "gorra", y aunque los lentes oscuros también representaban una molestia, tuvo que usar ambas cosas para evitar ser reconocido y porque la luz solar lo estaba cansando. La chica de pelo rojo, que no paraba de dar vueltas en su lugar y de mirar al cielo cada vez que caminaban, se dirigió con mucha confianza hacia un local de tonalidades marrones, el cual estaba ubicado en la esquina de la calle.

  Owen, preocupado, miro hacia atrás, y confirmando que el hotel no estaba tan lejos, se adentro en el restaurante abarrotado de personas. Akira ocupaba una mesa, y cuando él se sentó en una de las sillas y le preguntó, a través de una mirada inspectoría, que hacían ahí. Ella sacó su teléfono, y sacudiendo los pies emocionada, escribió en el traductor:

Tengo hambre, y no quiero ofender, pero no tengo ganas de comer algo del hotel. Este restaurante es muy bueno, no te arrepentirás.

El alien, impresionado, redactó una respuesta en forma de pregunta:

¿Y quien va a pagar esto?

Tu: creo que es más que obvio.

¿Por qué yo?

Luna de Hielo [Saga Moons #2] {➕}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora