Capítulo veintinueve

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    Un humo rosa se esparce por el suelo de la estación, y el policía, creyendo que se trataba de un incendio, corre a avisarle a los demás. Sin embargo, y en cuanto el hombre abandona la oficina, una persona aparece de la nada en el suelo: era Chelsea, que después de sacudirse la ropa, se dedica a observar el lugar con mucho detenimiento. Se levanta después de unos segundos, y con alivio, habla:

—¡Al fin! Vaya, jamás pensé que llegaría.

—¿Qué haces aquí, muñeca?— pregunta Peter desde la otra celda.

    Julia y Mérida se sorprendieron tanto como los otros, y preocupadas, le preguntaron a la vez por el estado de su amiga, Lara. La pelinegra les dice que se calmen, y siendo totalmente honesta, les confiesa que la extraterrestre está en un grave problema, y que por ello venía por los demás.

—¿Qué sucede?— inquirió Joen sujetando los barrotes.

—Su padre ha reunido a más personas de su lado, tanto así que hoy nos atacaron en la torre Tokyo Skytree.

—Maldición—murmuró Alex con la mano en la boca.

—¡¿Y la dejaste sola?!— grita el soldado morado.

—¡Ella insistió! Además, mi madre casi nos mata: no sé qué pasó, ni cómo lo logró, pero Samuel le ha hecho algo a varias personas.

—Tenemos que irnos— afirma Thomas poniéndose de pie.

    Una alarma estruendosa se hace escuchar, pasos nerviosos se hacen presentes y Julia, segura de que nadie la veía, le pide a Abel un poco de apoyo. Este, con un gesto confuso de manos, le cuestionó acerca de lo que desea, y ella le señaló una de las cámaras de seguridad.

—¿Cómo sabes lo que voy a hacer?

—Hubo ciertas ocasiones en que estuve a tu lado: tienes una temperatura corporal muy baja. Y también vi que creabas hielo cuando nadie te veía en el hotel.

—Que astuta— dice Abel por lo bajo.

    La castaña cerró los ojos, extiende las manos y, con fuerza, rompe con su telequinesis las esposas que ataban a los chicos. Luego de unos segundos de sobarse la piel magullada, Abel señala la botella de agua que está en uno de los escritorios, y en cuanto ella se la pasa levitando, él la bebe en un santiamén. Los demás lo miran extrañados, sin embargo, él solo sonríe al tiempo que congela la cámara gracias a uno de sus dedos.

—¿Por qué no hicieron eso antes?— pregunta Owen enfadado.

—No lo sé, quizás sea porque es peligroso en un lugar que esto es anormal— contesta Alex con sarcasmo.

—Debemos ir por Lara: Chelsea, ¿sabes dónde está?

—El último lugar al que fuimos fue a esa torre— le informa ella a Joen.

—Bien, vámonos— le pide él.

    La muchacha sabe a lo que se refiere, y colocándose en el centro del grupo masculino, recibe un par de gritos de protesta:

—¿Y nosotras qué? Ella nos necesita tanto como a ustedes.

—No las pondremos en peligro— le riñe Alex a Julia.

—Hombres: es increíble lo poco que pueden llegar a analizar en situaciones como esta—habla Mérida cruzándose de brazos—. No queremos que nos protejan, porque solo así consiguen que nos sintamos más vulnerables y débiles ante cualquier cosa: iremos, y por lo que he podido ver, Chelsea puede teletranpotarnos por el contacto.

—Es bastante lista— la alaba la pelinegra.

—¿Iras?— le interroga Owen a su amigo.

—No quiero quedarme aquí. ¿Qué harás con ella?

Luna de Hielo [Saga Moons #2] {➕}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora