VALENTÍA

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-Necesitamos hablar – musitó la castaña después de contemplarlo por algunos minutos –

-Lo sé – suspiró atrayéndola de nuevo a su lado – pero podemos robarle algunas horas al tiempo – susurró sobre su cabeza –

El estómago de la castaña se encogió ante el tono de sus palabras, pero no podía negarle nada... no cuando lo tenía ahí para ella.

Levantó el rostro obsequiándole una sonrisa, de esas que todo el mundo le quería sacar, pero que le pertenecían exclusivamente a él.

Le tomó de la mano en silencio poniéndose de pie, le sentó en el taburete donde anteriormente se encontraba el moreno.

-¿Te cambio el plato? – sonrió sirviendo una porción para ella –

-Espero que Pansy le haya puesto todas sus vacunas – logró sacarle una espontánea carcajada, dejando atrás los amargos momentos que había pasado en soledad –

-¿Juntándote con los muggles Malfoy?

-Digamos que me interesa una en particular – le sonrió observándola sentarse frente a él – es bastante irritante de vez en cuando – probó un poco de la comida, mientras su estómago gruñía aliviado por la ingesta de alimento –

-¿De verdad? – alzó la ceja jugueteando con su plato – parece insufrible

-mju – asintió pasando el bocado – es un verdadero dolor de cabeza, a menos que le regales un libro...

-¿Tan sencillo es mantenerla contenta? –

-Puede que no – negó –

-¿Por qué no la dejas? – sonríe – suena muy fastidiosa

-Pero es un fastidio que me encanta tener sólo para mí – tomó su mano – pensé que podía seguir siendo el mismo de siempre antes de conocerla – negó perdiéndose en la infinidad de sus manos entrelazadas – pero no pude...

-Draco... – susurró de manera angustiada la castaña por la aflicción en sus ojos –

-Traté de volver a ponerme esa estúpida máscara de frialdad que a Lucius le encantaba – sonrió de medio lado – dejé que la soledad volviera a ser mi mejor amiga pero no – se fijó en ella – no lo logré, su maldita calidez se instaló aquí – se tocó el corazón con su mano libre – y que Voldemort vuelva a nacer si estoy diciendo mentiras, pero lo he intentado y no puedo maldita sea – apretó los labios dejando que un par de lágrimas escaparan de sus ojos –

Bajándose del banco, rodeó rápidamente la pequeña isleta para refugiarlo entre sus brazos, como aquel día en la biblioteca cuando se reencontraron. Se meció dejando que se aferrara a ella como su tabla de salvación.

Tenía razón, nada podía estar mal con ellos. Nada era tan horrible como estar separados.

Le había jurado a sus amigos luchar por lo que quería y recordaba claramente las palabras de Harry.

-Herms – le pasó el brazo por los hombros atrayéndola con cariño – luchaste incansablemente por años una guerra que no tenía nada que ver contigo – le tomó del mentón – no puedo creer que te des por vencida tan pronto

-No me di por vencida – susurró –

-A mí me parece que estás dejando el camino libre por miedo – negó haciéndola callar poniendo un dedo sobre sus labios – y no porque seamos Gryffindor, o integrantes del "trío de oro" quiere decir que debemos parecer fuertes... somos humanos y si no hubiera sido por ti el resultado de esta guerra no hubiera sido la misma

-Harry...

-Lo único que te estoy pidiendo es que luches con el mismo ahínco y fuerza como lo hiciste a mi lado – se puso de pie – porque a esa Hermione – niega regalándole una sonrisa – nada la podía detener

Y era cierto, nada la podría detener... ni siquiera un par de malcriadas rubias que se creían con derecho a manipular a los demás.

-Te amo Draco – lo tomó del rostro – y eso jamás va a cambiar

-Estoy seguro que puedo llegar a romper todo lo que toco Hermione – negó con las mejillas surcadas en lágrimas – y no quiero que seas un daño colateral de mis estúpidas decisiones

-Nada en esta vida hará que deje de amarte

-Está embarazada – le dijo sin rodeos –

Libertad AnticipadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora