Katsuki Bakugo tiene claro sus metas, se esfuerza y no se deja distraer con facilidad. ¿Pero y si esta distracción se llamara Olympia? ¿Que pasaría si se encuentra con una chica que hace que todo su mundo se vuelva loco?
Girar por aquel callejón no...
Olympia se cae rendida en el futón, no tarda mucho en quedarse dormida. Hay algunas evidencias científicas que prueban que con el frío se tiene más pesadillas. Es por esto que Olympia se tapa completamente. Aún así no puede evitar que su mente trabaje.
La estancia es borrosa, pero reconoce el suelo de su casa. Hay una mujer detrás de su espalda que le peina el pelo. Evita mirarla en el espejo, es consciente que eso no trae buen augurio en los sueños. Así que solo la ve cuando la mujer se levanta y pasa a su lado, no es capaz de deslumbrar bien su rostro pero nota una aura de tristeza extrema en ella.
También hay gritos, escucha concretamente gritos masculinos, es su padre gritando. Hay otra persona en la casa, un niño más alto que ella, el parece un borrón. Está tan asustada de la presencia del preadolescente, parece tener trece, que sus dientes empiezan a castañear.
No dura mucho a su lado, corre al entrada al tiempo que la mujer sale por la puerta con una maleta en la mano.
—¡No me dejes con él! ¡yo quiero ir contigo! —Incluso su voz es espeluznante, como si más personas hablarán por el.
—¡Estas muerta para esta familia! ¡Muerta como salgas por esa puerta! —La voz de su padre es clara. La puerta se cierra de un golpe.
Olympia despierta. Todavía es de noche. Tiene el corazón palpitante a gran escala. ¿Qué acaba de soñar?
La estancia está a oscuras, pero atisba la figura de alguna de sus compañeras. Se acerca un poco más a Asui, su compañía es agradable, pero aún así, no es como dormir junto a Katsuki. El silencio no suele incomodarla, pero no hay ningún estímulo contra sus pensamientos, Olympia se siente muy desorientada, incapaz de quedarse sola con sus pensamientos. Sus manos viajan hasta su móvil, entra al chat de Bakugo, su actividad dice que dejó el teléfono hace mucho. Seguramente esté durmiendo. Mira la conversación y se coloca unos audífonos. Reproduce el único audio.
<< ¿Dónde estás, Olympia? Estoy preocupado.>>
Repite la pista en bucle, una y otra vez. Hasta que al fin, logra dormirse.
Esta vez al abrir los ojos no recuerda nada más que la extraña sensación de desorientación de la pesadilla. Algunas están ya levantadas, Olympia tarda un rato en ponerse en pie y dejar medianamente ordenado el lugar donde ha dormido. La madre de Katsuki le manda una foto poco rato después.
No es de extraer que sea de Hestia. Su rostro apacible la llena de alegría, un rayo de luz que amansa sus peores pensamientos, que los entierra y encarcela. Podría vivir abrazando una simple imagen de ella que solo con ellos le bastaría para vivir en felicidad. Recuerda los días en la camilla de la escuela, temiendo no volver a verla, pensando en que lo mejor, era meterse a las tinieblas con la esperanza de que la muerte arrancase sus penurias.
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