Katsuki Bakugo tiene claro sus metas, se esfuerza y no se deja distraer con facilidad. ¿Pero y si esta distracción se llamara Olympia? ¿Que pasaría si se encuentra con una chica que hace que todo su mundo se vuelva loco?
Girar por aquel callejón no...
Según las heroínas, solo necesitarían de tres horas para dejar el bosque atrás. Pero ya han pasado las tres horas y las bestias no paran de salir. Katsuki está en todo momento frente a Olympia, no deja que haga nada, así que se mantiene entretenida mirando o avisando por si llega algún otro monstruo de barro.
—Que suerte, ojalá tuviera a alguien para hacer todo el trabajo por mi. —Hagakure lo dice en bajito y no lo hace con maldad, pero llega a oído de la albina. Se replantea si está bien que Katsuki haga todo por ella. Si va a ser heroína debería poder salvar gente por si sola, no mirar la espalda de Katsuki. Aun que en primer lugar ella no quiere ser heroína. Quiere tener una floristería o una casa en una campo lleno de flores que quedarían armoniosamente en las miles de fotografías que tomaría con Hestia a su lado.
Corre dejando a Katsuki desconcertado.
—¡Olympia! ¿Qué cojones haces? ¡Vuelve!
La chica se transforma en dragón, como hizo una vez con Todoroki. Esta vez es algo más pequeño. Abre la boca escupiendo fuego, y si no embiste contra la piedra. Katsuki deja salir una sonrisa.
<<Es fuerte>>
Puede que se haya pasado de sobreprotector. Llama su atención y pide que se destransforme.
—No puedes hacer todo tu.
—Agh, si lo se. Transfórmate y llévame en tu lomo. Han pasado casi cuatro horas, deberíamos haber llegado antes.
—Pero los dejaremos atrás.
—¿Y?
—No está bien —Katsuki resopla—. Si los monstruos nos siguen llegaran al campamento. ¿Eso no sería malo? Además, sabrás que no hemos ayudado...
Tiene un punto de razón.
—Como quieras pesada. Puedo seguir toda la vida derrotando esas piedritas. No es nada para mi.
Cuando finalizaron no parecía no haber supuesto nada para el. Tenía el brazo agarrotado. Olympia estaba algo sucia y cansada. Pero algo que tienen todos en común era que se están muriendo de hambre.
Olympia observó al niño parado de mala gana y Izuku también lo hizo. Después de librarse de la heroína rubia le preguntó quien era ese niño y Mandalay respondió por ella.
—Es el hijo de mi primo, Kota.
—Oh —Se acercó a el.— Hola, Kota, yo soy Izuku Mi-
Su introducción se queda a medias cuando el niño le dio un puñetazo directamente en los huevos.
—¡No seas tan duro con su escroto!
Katsuki sonríe.
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