CAPÍTULO 8

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-¡Corre más rápido, Jude!

Eddie seguía tirando de ella, pero no tubo en cuenta el hecho de que sus piernas eran el doble de largas y que, por tanto, la chica a penas y podía seguirle el ritmo.

-¡Cállate!- respondió.

Estaban cerca del límite del parque de caravanas. Frente a ellos, el bosque comenzó a abrirse paso. Pero Eddie no la llevaba allí, giró hacia la derecha de manera brusca, casi tirándola al suelo. Aún así, seguía aferrado a su brazo. Había una pequeña caseta de madera.

El chico abrió la puerta, soltándola por un momento, solo para volver a agarrarla, esta vez de la mano.

-¿Que cojones es este sitio?- habló una vez estuvo dentro, tosiendo por la nube de polvo que se levantó.

-Un escondite- entonces entró el, cerrando la puerta a su paso.

Fue cuando la rubia se dio cuenta de verdad de lo pequeño que era el lugar. Sus cuerpos estaban separados por a penas nada, provocando que el suave aliento del chico chocara con su coronilla, erizándole la piel totalmente.

Se puso inexplicablemente nerviosa.

Distinguió muy levemente la figura de Eddie en la oscuridad, pero parecía estar también tenso.

-Creo que se otro sitio- habló, buscando una excusa para salir de ahí. Estaban demasiado juntos y temía que eso se volviera incómodo.

-No hay tiempo- se negó.

Y tenía razón. Afuera ya se podía escuchar los gritos de los niños que eran pillados.

-Este solía ser el cobertizo donde uno de los vecinos guardaba sus herramientas- volvió a hablar-. Era constructor.

-¿Y por que está abandonado ahora?

-Creo que se murió- se encogió de hombros tranquilamente.

Eso no tranquilizó para nada a Jude. Un escalofrío le recorrió la espalda, pero fue en reacción a la mano de Eddie, que con un suspiro se peinó hacia atrás el pelo. Un leve olor a frutillas inundó sus fosas nasales ante este movimiento, haciéndola flotar por un momento.

-¿Cómo conoces tu este sitio?- la curiosidad la invadió.

Sintió como el chico se revolvía un poco, respondiendo en un susurro, avergonzado.

-Solía esconder drogas aquí- le pareció verle haciendo una mueca-. Ya sabes.

Si por algo era conocido Eddie a parte de por ser el raro del pueblo, era por las sustancias que vendía en sus momentos libres. Todo el mundo había negociado con él. Y pensándolo bien, no le hacía falta preguntarle si la María que su novio y su grupo de amigos estaban consumiendo esa noche era suya, pues ya lo sabía.

-Vender drogas no es un buen trabajo- se vio obligada a decir, ante el tenso silencio.

-Lo se- respondió casi al instante.

-¿Y por que lo haces?

-Supongo que por el dinero- dudó-, no estoy seguro.

-Vale- no tenía nada más que decir.

Hubo silencio otra vez.

-Tengo otro trabajo- se vio impulsado a hablar, no queriendo darle una mala imagen-. Toco junto con mi banda en el Escondite- habló apresuradamente-. Los martes a las diez.

-¿Tu banda?- estaba confundida

Eddie ahogó un grito con incredulidad, sobresaltándola pero haciéndola reír ligeramente.

ANGEL | Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora