INTRODUCCIÓN

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Jude considera su jardín como su lugar sagrado. Es la única manera que encontró de seguir en contacto con su madre. Aunque no lo admite, la echa de menos. Y solo en momentos específicos se permite recordarla.

Aunque aún sigue enfadada con ella.

Por eso elegía el momento de salir a su jardín tan minuciosamente. Ponía algo de música tranquila, tomaba sus tijeras de podar, y con un par de trenzas rubias se dirigía hacia sus flores.

Le encantaba la paz que le daba. Podía pasar horas ahí.

Pero ese día, como si su vecino la hubiera estaba esperando, no llegó a poner un pie fuera cuando el estruendo de una guitarra eléctrica sacudió las paredes de su caravana.

A Jude no le molestaba la música de Eddie, menos cuando practicaba con su guitarra. De hecho, solía acercarse a su ventana, que quedaba justo frente a la del pelinegro, para poder escuchar más de cerca. Pero ese día el café le había salido amargo, y sin querer había derramado unas gotas sobre su libro favorito. Además de que su hermana le había vuelto a robar las llaves del coche, y su gato había decidido hacer pis donde no debía.

Explotó.

Nadie podría juzgarla cuando, acompañado de un gruñido de frustración, estampó las tijeras de podar contra el suelo y se dirigió a grandes zancadas hacia la puerta de su vecino.

Tuvo que tocar varias veces la puerta, cada vez de manera más agresiva que la anterior, hasta que la música por fin se detuvo. Vaciló un poco cuando escuchó los pasos de Eddie dirigiéndose a la puerta, y recordó de repente que en realidad no habían hablado nunca, más allá de unas miradas curiosas y una vez que él se ofreció a llevarla en su camioneta. Y tuvo ganas de salir corriendo.

Ya había comenzado a dar la vuelta cuando la puerta se abrió de golpe.

No evito recorrerle de arriba abajo. Llevaba puestas unas botas negras que le hacían parecer más alto de lo que ya de por sí era. Vestía un pantalón vaquero negro con algunos rotos, y... dios, iba sin camiseta. Jude notó como sus mejillas se calentaban de a poco, pero siguió paseando los ojos por su pecho, descubriendo un par de tatuajes nuevos.

Cuando sus miradas chocaron sintió que el estómago le daba un vuelco. Sus ojos parecían más negros. La miraba con incredulidad, con una mueca casi de sorpresa.

-¿Todo bien, rubita?- el ceño fruncido de Eddie se hizo más notorio.

Pasaron unos segundos hasta que pudo encontrar su voz, mientras tanto solo se podía enfocar en lo mucho que tenía que levantar el rostro para poder mirarle a los ojos.

-Yo...- carraspeó un par de veces, retomando la compostura-. Quería pedirte que...

Inconscientemente sus ojos volvieron a bajar a su pecho. Estaba más formado que hacía un año, y los nuevos tatuajes la tenían enganchada. Su piel era bastante pálida, de un tono cremoso. Tubo que morderse el labio para aguantar la tentación de acariciarle el pecho. Parecía tener el cuello algo tenso, pues notó como se flexionaba cuando el susodicho tragó saliva con fuerza.

-Oye, me estás intimidando un poco- salió de su ensoñación cuando volvió a escuchar su voz, acompañada de un par de chasquidos de dedos y una sonrisa arrogante-. Mir rostro está aquí arriba, bonita.

-Eres un idiota, Eddie- su rostro estaba completamente rojo, cerró los puños con rabia-. Tú música me estaba molestando.

El pelinegro soltó una risita, y Jude juró que se estaba riendo de ella. Lo comprobó cuando este se acercó para darle unas palmaditas en la cabeza. Mientras, su mueca de asombro y rabia crecía. Parecía estar a punto de echar humo por las orejas.

-Eres muy mona- su risa incrementó-. A mí me molestan también muchas cosas, ¿sabes? Por ejemplo, que la pasta se me pegue al fondo de la olla, que la cama esté tan caliente en verano, o tu alarma sonando a las ocho a pesar de estar en vacaciones, y también cuando tu gato maúlla en mitad de la noche...

-Alfred- dijo en un murmuro, bajando la mirada avergonzada.

-¿Qué, perdona?

-Mi gato- ahogó un suspiro-. Que se llama Alfred.

Eddie se quedó callado un minuto, mientras asentía de manera extraña, mirándola con mucha confusión.

-Pensaba que era una hembra.

-Y lo es- comenzó a juguetear con los dedos-, larga historia.

-Vale, muy bien. Genial- dio un paso para atrás y una sonora palmada que la hizo sobresaltarse-. Esplendida conversación, pero tengo que irme. Siento si te molesta mucho la guitarra, pero no puedo hacer nada para ayudarte. Si necesitas algo más, ya sabes, soy tu vecino de confianza- le guiñó un ojo, mientras poco a poco le cerraba la puerta-. Bueno verte, bonita.

Jude abrió la boca con asombro cuando finalmente dio el portazo. 

No recuerda haber sentido jamás la frustración que sintió en ese momento. Estaba claro que su vecino no estaba dispuesto a colaborar, y una vez más, iba a elegir comportarse como un idiota. 

Tardó unos segundos en salir de su asombro, esta vez volviendo a tocar con más fuerza que las veces anteriores.

-¿Pero que ha sido eso?- extendió los brazos cuando volvió a estar de frente con él.

-Oye, que te haya dicho que soy tu vecino de confianza no significa que puedas...

Apenas puso resistencia cuando la chica pasó por su lado, pues no lo esperaba. Se adentró buscando con la mirada su habitación. Estaba tan cabreada que podía tirar la guitarra por la ventana con una sola mano.

-¡Eh! ¡Eh!- la voz de Eddie le sonó muy lejana cuando por fin encontró lo que buscaba-. ¿Qué crees que haces con mi guitarra, loca? ¡Suéltala o atente a mis consecuencias!

-¿Consecuencias?- El párpado de Jude temblaba, y había elevado la voz más de lo que debía-. Llevo un día de mierda, y vengo aquí en son de paz solo para que...- elevó al aire la guitarra, con un gruñido de esfuerzo-... solo para que me cierres la puerta en las narices. ¡Malagradecido!

-¡Suéltala!

Eddie se abalanzó sobre ella. Agarró con fuerza sus muñecas, empezando una guerra de gruñidos y forcejeos.

-¡Estás loco!

-¡Tú sí que lo estás!- El pelinegro tuvo que esquivar un mordisco de la chica- ¡¿Pero qué haces?!

En respuesta, intentó morderlo de nuevo. Harto de la situación, Eddie le arrebató la guitarra de un tirón, mientras con su otra mano la empujaba hacia la cama. Jude calló con un grito ahogado, levantando la mirada con sorpresa hacia él. Cuando estuvo a punto de saltar sobre él de nuevo, Eddie dio un paso hacia adelante y la acorraló de nuevo, agarrando sus muñecas entre sus grandes manos.

-¡Suéltame, Eddie!- exclamó-. ¡Ayuda! ¡Que alguien me...!

-¡Calla, sicópata!- sus gritos fueron sofocado por una mano y su cuerpo dejándose caer a su lado en la cama-. ¡Deja de gritar! ¡Calla!

Ella siguió revolcándose entre las sábanas, tratando de escaparse de los agarres del chico, pero fue imposible.

-¡No te haré nada malo, solo deja de intentar morderme!- todos los esfuerzos de Eddie fueron en vano, pues parecían enfadarla aún más-. Por favor, me vas a obligar a...

-¿Eddie?- la voz de su tío los obligó a levantarse de un salto-. ¿Pero qué está pasando aquí?

Con las mejillas rojas y la respiración agitada, Jude se limitó a lo señalarlo acusatoriamente.  

ANGEL | Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora