CAPÍTULO 40

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-¿Pero porque yo?- Eddie insistía. 

-No te comportes como un niño- Jude reprochó-, solo cógela y métela en el agua. 

-¡Pero me va a atacar!

Eddie y Jude discutían en susurros en una esquina del baño. Alfred había tenido la buena idea de salir afuera y revolcarse entre los charcos que la lluvia del día anterior había dejado, y ahora no tenían otra alternativa. La gata no era nada tonta, así que habían tenido que ingeniar un completo plan para atraparla, y después de una hora lo habían conseguido. Ahora solo tenían que limpiar al animal y toda la casa de las huellas de barro que había dejado a su paso, todo antes de que Noah llegara en una hora, por supuesto. 

Alfred permanecía erizada contra la puerta cerrada, mirándoles fijamente. Parecía estar retándoles, y ninguno de los dos se atrevía a tocarla. 

-¿Alguna vez te ha hecho algo mi pobre animal?- Jude exageró, señalándola con ambas manos. Alfred gruñó en respuesta-. Es inofensiva, cariño, y además te adora. Ella nunca te haría daño, confía en mi.

-¿Y porque no lo haces tú?- Eddie seguía negando con la cabeza-. Se supone que es tu gata, a ti te tiene más aprecio. 

Jude rodó los ojos, dándose cuenta de que iba a ser difícil convencerle. Ella ya había pasado un par de veces por esa situación, y sabía lo que pasaría nada más tocar a su gata. Pasó a su segunda opción, resignada. 

Tomándole por los hombros, lo acercó a ella, tal cómo hacían los entrenadores con sus equipos. 

-A ver, Eddie- lo zarandeó un poco-. Eres un tío grande, alguien fuerte. Alfred no es nada contra ti, tu puedes con ella y más- asintió enfáticamente, esperando que él hiciera lo mismo, solo que aún parecía confundido-. Tienes que ser más valiente, hombre. Tú y yo somos un equipo, vamos en conjunto, y cuando un equipo tiene que hacer un trabajo, se divide las tareas- Eddie pareció ir entendiéndolo, asintiendo con los labios entreabiertos-. Tú te encargarás de meterla y de sacarla de ahí, yo del resto. No es tan difícil, ¿verdad?

-Bueno...

-¿Verdad?- enfatizó Jude.

Resignado, tuvo que aceptar hacerlo. 

Jude esperaba sentada a un lado de la bañera, con el jabón ya en la mano, sabiendo que debía ser lo más rápida posible. Eddie se acercaba a pasos demasiado lentos, cómo si de esa manera Alfred no pudiera verlo o percatarse. Obviamente, el animal tenía la vista completamente fija en él, casi pareciendo confundida ante la sonrisa tétrica que tenía Eddie, que se acercaba cada vez más con los brazos abiertos. 

Soltó un estruendoso chillido nada más Eddie la tomó por dos de sus patas. Alfred abrió los ojos al límite, intentando escapar de su agarre moviéndose con las garras fuera. 

Cuando el agua estuvo a punto de tocarle la cola, alcanzó el brazo de Eddie. Los tres gritaron al mismo tiempo. Jude por sorpresa, Eddie por dolor, y Alfred porque el rizado la había dejado caer a la bañera ante la sorpresa. 

-¡Eddie!- Jude le reprochó, pero no perdió el tiempo cuando comenzó a pasar la mano enjabonada por el pelaje de su gata, que intentaba trepar por las paredes de su encierro.

-¿¡Eddie!?- el chico se había echado completamente hacia atrás, así que ahora era él quién permanecía pegado a la puerta con cara de pánico-. ¡Ya no quiero ser parte de tú equipo, Jude! ¡Nunca más en lo que me quede de vida!

Ignorando sus gritos, la rubia se centró en su trabajo. El agua parecía ser marrón mientras se colaba por el sumidero, aplicando dos pasadas más del champú para gatos hasta que por fin pareció salir más cristalina. 

ANGEL | Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora