EXTRA

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A Eddie le había costado mucho eso de ser camarero. Había roto un total de tres vasos y cinco platos tan solo en su primera semana, todo un récord. Estuvieron a punto de despedirle cuando sorprendió a todos mejorando. 

Igualmente volvía a casa rendido, como si acabara de luchar en la peor de las guerras. Se quitaba el abrigo con parsimonia y se dejaba caer en el sofá de manera teatral. Luego, tras quejarse durante unos minutos entre murmuros intangibles, llamaba a Jude casi entre lágrimas para que viniera a darle lo que él llamaba actos de caridad. Ella, sin poder soportar mucho sus berrinches, se dejaba caer a su lado y jugaba con sus rizos durante unos minutos. Ahora su pelo estaba mucho más corto - y por tanto menos enredado-, pero seguía desprendiendo ese olor tan característico que la rubia amaba. 

Jude se había levantado algo mareada ese día, por lo que había agradecido que Eddie se presentase voluntario a preparar la cena mientras ella se daba una ducha de agua caliente. Lo escuchaba dar pasos torpes por la cocina incluso desde dónde estaba, y solo suplicó al cielo por qué no hiciera mucho desastre. 

Claro que, tratándose de Eddie, era una petición casi imposible.

Jude tarareaba de manera tranquila cuando la puerta del baño se abrió de golpe. Asomó entonces la mitad de su rostro por las cortinas, descubriendo a un Eddie algo alterado y con una mueca arrugada.

Jude esperó paciente, elevando una ceja ante su silencio.

-Yo...- Eddie parecía hasta temeroso-, necesito tu ayuda. Creo que Freddie se acaba de hacer pipi en el sofá.

Respiró un par de veces. Luego, contó hasta tres en su mente.

-¿Qué?- bufo cansada, sin más remedio que salir del baño envuelta en una toalla. No le importó  mucho los pequeños charcos de agua se formaban a cada paso que daba, limpiar el sofá era más difícil que encargarse del suelo-. Solamente te pedí que le vigilases, Eddie.

-Y eso estaba haciendo, pero hasta ahora yo no tengo el poder de controlar su vejiga- habló con lentitud, como si le estuviera explicando algo delicado-. Es un cochino, y eso no es mi culpa. 

-¡Es un bebé!- agarró a la pequeña criatura entre sus manos cuando llego a la sala de estar, atrayéndolo hacia su pecho y acariciando su cabeza peluda. Se relajó cuando descubrió que la mancha estaba en una manta aparte y que por suerte no había calado-. Tienes que ser más cuidadoso, Edd.

-Este bicho es como un pequeño demonio, el mismo Lucifer- como si se burlara de él, se desperezó con un bostezo inocente y se acurrucó en el cuello de la chica-. Se hace la víctima, contigo es más bueno.

-Ya, claro- se movió hasta la cocina con Eddie pisándole los talones, el rizado apresurándose a preparar un biberón con cierta torpeza.

-Podría haber salido a su hermano, Ozzy es mucho más bueno y tranquilo- reflexionó con los labios torcidos, mirando directamente a los ojos cerrados del pequeño-. No es que tenga favoritos, yo no soy ese tipo de padre y lo sabes.

Cuando el olor a tostado invadió la cocina, el chico tuvo que dejar su discurso atrás para correr a apartar la olla del fuego. Sirvió la comida en dos platos diferentes, jadeando adolorido cuando el vapor quemaba sus dedos. Balanceándose sobre ambos de sus pies, apoyó la comida sobre la mesa antes de volver a girarse hacia ella.

-Llévalo con sus hermanos, por favor- él no tardó en acatar su orden, tomando al pequeñín con sumo cuidado y apartando la boquilla del biberón lentamente. Freddie sacó sus diminutas garras en cuanto noto un calor diferente al de Jude, y se movió algo desesperado por el movimiento de Eddie.

Llegando hasta la habitación principal, tumbó al gatito junto a sus cuatro hermanos. Freddie Mercury no tardó en maullar cuando Roger Taylor se acercó para darle la bienvenida, lamiendo su pelaje oscuro.

ANGEL | Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora