CAPITULO 47

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-¡Dustin, quédate aquí!- exclamó angustiada- ¡Quédate aquí!

No lo había dudado ni un minuto, en cuando el azabache se dio la vuelta y desapareció de su campo de visión, ella había tomado una silla para alcanzar el techo nuevamente.

Que Eddie cortase esas sábanas no la iba a retener de seguirle, tendría que esforzarse más si quería alejarla de él.

No le importó en lo más mínimo que sus manos tuvieran que agarrarse de esos tentáculos oscuros, ni menos el tacto repulsivo que tenían. Se dedicó a mantener el mayor control de sus músculos, y cuando el efecto de la gravedad del mundo del revés se hizo presente, se dejó caer sobre sus pies. A pesar de que sus rodillas se quejaron, se obligó a ponerse en pie lo más rápido que pudo. Ya tendría tiempo para preocuparse por eso cuando estuvieran a salvo.

Recogió la lanza que había dejado caer no hacía mucho, y siguió el sonido de esas criaturas hasta el exterior de la caravana.

Se paralizó cuando se dio cuenta de que volaban en círculos al rededor de un cuerpo arrodillado en el suelo, pero sus pies comenzaron a correr por si solos en esa dirección.

-¡Eddie!- no sabía si ese grito había escapado de ella, pero supuso que si.

Las alas batiéndose con extremada fuerza chocaron con ella cuando se abrió paso a la fuerza, acabando también en el ojo del huracán.

Lo liberó al cortar la cola que se envolvía en su cuello, pero eso solo pareció cabrear más a los murciélagos, que comenzaron a lanzarse en picado sobre ambos. Eddie no pudo ni protestar por que estuviera ahí, gritos al intentar retenerlos era todo lo que soltaba por su boca.

Esos eslabones de Vecna ni siquiera sabían lo que hacían, para ellos los dos adolescentes eran tan solo alimento que no podían dejar marchar.

Jude pensó en su madre por algún motivo. No era nada en específico, solamente reconstruyó la imagen de su rostro en su cabeza, y sintió las tremendas ganas de ir a buscarla a Ohio y tener una última charla con ella. Debía decirle todo lo que había pasado esos últimos años, contarle cada fracaso y cada triunfo. Necesitaba decirle que a pesar de que muchas veces la odiaba, estaba más que perdonada por hacerles lo que les hizo. Caer en el alcoholismo fue un golpe bajo, pero eso era lo mínimo que podía importarle en esa situación. Quería contarle que sus tulipanes seguían vivos y que había logrado plantar girasoles a pesar del mal tiempo de Hawkins. Al pensar en ella, también pensó en Noah. Jude tenía tanto miedo enfrentándose a las criaturas volantes que se sintió como una niña pequeña. Quería que su hermana le leyera algún cuento, que la hiciera escapar de la realidad. Y luego necesitaba que la abrazara y no la soltarse, que le prometiera que todo estaba bien.

Algo mordió su muslo, así que cayó sobre una de sus rodillas.

Detrás de ella, Eddie también sucumbió, y pronto estaba sujeto de todas sus extremidades. Ella intento liberarle nuevamente, pero algo chocó con su hombro y la obligó a soltar el arma.

Se preguntó si ese sería realmente su final, con ese bicho ahora mordiendo su brazo derecho y el duro pavimento chocando contra su mejilla. Morir de esa manera sonaba demasiado tétrico, y era algo muy surrealista para alguien como ella.

Siempre se imaginó graduándose en la universidad, haciendo una lista inimaginable de cosas después. De verdad quería casarse y tener hijos, por muy estúpidamente infantil que eso sonase. Quería vivir una vida, y cuando de verdad llegase su hora dentro de muchísimos años, tener a todos sus seres queridos junto a ella contándole anécdotas que la distrajeran de sus últimos alientos. Quería escuchar a sus nietos reír antes de irse, no a esas criaturas gritando cerca de su oído. Quería hacerlo en paz, no sufriendo.

ANGEL | Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora