episode 11. Taylor Smith

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QUIZÁS ENCONTRARME CON KIERA Y HABLAR CON MILAGROS ha sido una señal de buena suerte,porque después de la clases veo a algunas chicas del último curso con dibujos en las manos

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QUIZÁS ENCONTRARME CON KIERA Y HABLAR CON MILAGROS ha sido una señal de buena suerte,
porque después de la clases veo a algunas chicas del último curso con dibujos en las manos.

Son chicas que participan en las funciones de teatro y que también se sientan en la periferia en las concentraciones para animar al equipo del instituto y en los partidos de fútbol. Y a dos chicas del primer año. Y varios corazones y estrellas más en las manos de chicas que veo en las escaleras y al girar las esquinas y en el patio de atrás donde la gente pasa el rato durante el descanso de diez minutos entre la tercera y la cuarta. A algunas de las chicas las conozco de nombre y a otras solo de vista, pero cruzamos las miradas y asentimos y sonreímos con timidez como si compartiéramos algún secreto. Somos el huevo de oro en una extraña búsqueda de huevos de Pascua.

Lo mismo ocurre cuando entro a clase y veo a Lucy Hernandez sentada en primera fila con las manos a rebosar de estrellas y corazones dibujados con rotulador azul con todo detalle y floritura. Le suben por los dedos y alrededor de las muñecas.

—Hola —le digo desde el pasillo de la clase mientras los otros estudiantes van llegando—. Me gustan tus manos.

Lucy levanta la vista desde detrás de su flequillo negro y una sonrisa se dibuja en su cara. Me pregunto si soy la primera persona que le ha hablado en todo el día. Creo que es posible.

—Gracias —contesta Lucy—. A mí también me gustan las tuyas.

—Las tuyas son muy bonitas —le digo.
Lucy sonríe aún más.

—Gracias.

Le devuelvo la sonrisa, pero entonces siento la misma incomodidad que en el baño con Kiera, y no estoy segura de qué decir ahora. Aunque creo que quiero decir algo más.

Justo entonces entran los inútiles de Mitchell Wilson y los suyos haciendo ruido, ocupando un montón de espacio y, probablemente, pensando en su próximo chiste de «prepárame la cena». La sensación de aquella tarde en la cafetería, el día en que hice el primer Moxie, se apodera de mí otra vez. La sensación que me hizo apretar los puños, clavarme las uñas en la piel y gritar.

FEMINIST, moxieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora