Capítulo 7 - Comportamientos extraños

640 37 56
                                    

Jimena contemplaba la pantalla de su celular totalmente obnubilada. Si no fuera por su trabajo, se pasaría horas haciéndolo. Aquel simple gesto se había convertido en su pasatiempo favorito, y por primera vez en su vida sentía eso de lo que sus hermanas tantas veces hablaban. Nunca pensó que podría llegar el día, pero bastó solo una mirada y un primer encuentro para saber que aquella persona estaba destinada a ella.

Guardó el celular cuando Óscar entró en la oficina.

Tras la discusión que habían tenido, la situación entre ellos parecía estar como siempre. Habían vuelto a su rutina; trabajo, trabajo y más trabajo.

O eso creyó su esposo, porque para ella todo había cambiado, y más desde su visita al orfanato.

–Hoy es cuando tu mamá se viene con nosotros, ¿no?

Chasqueó la lengua.

Se había olvidado por completo. Estaba tan centrada en la construcción de su nueva vida, que había ignorado que la semana en casa de Sarita había terminado. Aún estaba a tiempo de llamar a Berta para que ordenase la habitación de invitados.

Volvió a sacar su celular, y no pudo evitar mirar de nuevo la foto que con tanto cariño había guardado. Una sonrisa se plantó en su cara y por unos segundos olvidó lo que iba a hacer.

–¡Jimena!

El grito de Óscar la hizo reaccionar lo necesario para hacer su cometido, pero su comportamiento extraño no había pasado desapercibido para su esposo.

–No sé por qué tu mamá no continua en casa de Sarita y Franco.

Había conseguido volver a su trabajo cuando Óscar la distrajo de nuevo. Le miró de reojo y frunció el ceño. Su esposo siempre se había jactado de lo mucho que su suegra le quería, y como ese sentimiento era recíproco.

–No es que no quiero que se venga –se apresuró a decir–, pero nosotros apenas estamos en la casa, mientras que los flacos siempre están en la suya.

–Lo sé, pero no sería justo para mis hermanas. Además, le voy a proponer que se venga acá, al centro de modas. Esta semana reduciré mis horas, así también podré ir a ver al abuelo. Sarita me dijo que había mejorado mucho.

Le vendría bien. Desconectaría unos días de su trabajo y pasaría más tiempo con su mamá. ¿El único inconveniente? Que no podría ir todos los días al orfanato tal y como llevaba haciendo desde las últimas semanas.

Volvió a quedarse en su mundo de ensueño. Ese pequeño le había robado el corazón, y no podía dejar de imaginar lo que sería una vida junto a él. Levantarle para ir al colegio, ayudarle a hacer sus tareas, vestirle, enseñarle las maravillas de la vida, amarle... Lo sentía tan suyo, que cada vez que pensaba en esa estupidez de la sangre, se enojaba.

Suspiró.

Podía ser que se estuviera creando falsas ilusiones. La adopción era un proceso muy largo que no siempre salía bien. Pero estaba tan cerca...

–Mi morenita, ¿estás bien?

Sacudió la cabeza para despejarse.

–¿Yo? Perfectamente.

El resto de la jornada sintió como la mirada de Óscar la atravesaba. Puede que hubiera llegado el momento de contarle lo que pretendía hacer, pero tenía miedo a recibir un rechazo de su parte y que eso supusiera el fin de su historia. En esta ocasión, a diferencia de las anteriores, no estaba dispuesta a ignorar su sueño.

Quería a a ese crío y no había vuelta atrás.

Su instinto maternal había florecido tan rápido que sería capaz de dar la vida por él...

En el fondo del lago (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora