Capítulo 26 - Nuestros enemigos

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Todos habían conocido al socio de Franco. Ya hubiera sido por verle rondando por su oficina o por haber compartido con él alguna que otra velada, pero recientemente todos le conocían por ser el estafador que había puesto al menor de los Reyes a un paso de la cárcel.

–¿Cómo va a ser ese tipo el testigo? Si fuera él, ¿no sería muy estúpido por exponerse? Al fin y al cabo está denunciado por el flaco –trató de razonar Óscar.

–Yo le denuncié –confirmó Franco–, pero es como si no lo hubiera hecho. No existe a ojos de la justicia. Demetrio Jurado no era su nombre real.

Había sido como buscar una aguja en un pajar. Por más datos que dio a la policía, estos no eran capaces de encontrarle. Nada de lo que había contado era real; ni viajes a Europa, ni negocios en Canadá, ni provenir de una acaudalada familia de hacendados.

Todo había sido mentira, así como su propia identidad.

–Pero mamá, ¿cómo sabes que es él? –preguntó Norma con curiosidad.

–Le vi. Cuando me llevaron al calabozo, pude verle unos breves segundos. Tuve mis dudas, pero después escuché decir a uno de los policías, que el testigo de la muerte del profesor Carreño había vuelto para darles más detalles. Era el único civil en la oficina de policía.

Eso respondía al por qué Franco le había visto el día anterior en el exterior del edificio.

–Está bien, supongamos que Demetrio Jurado es el testigo, pero ¿cómo puede saber lo que hicieron mis chamacos?, ¿no estaba fugado?

Gabriela se encogió de hombros sin saber cómo contestar a las preguntas de Juan, pero en cambio, sí que había alguien en la sala, que aunque no pudiera responder exactamente, había logrado llegar a una conclusión, y era el momento de contársela a su familia.

–Demetrio está involucrado en la muerte de Carreño, y no solo él, también una de las empleadas del colegio, así como una tercera persona.

El sueño de Gaby estaba tomando forma. Libia le había mostrado una escena de la que su hija no se había percatado cuan importante era. Esas tres personas habían desaparecido dentro del salón donde ocurrió la fatalidad con el profesor Carreño. Eso indicaba que de alguna forma también eran responsables.

–Franco, ¿de qué estás hablando?

Se había prometido que jamás iba a ocultar nada a su familia y mucho menos a Sara. No quería preocuparla, pero aquella información era demasiado importante y debía de conocerla.

–Gaby ha soñado con Libia.

No solo observó la cara alarmada de Sara, sino la de sus hermanos y cuñadas. Hacía tiempo que no se enfrentaban a ese tema, pero también era verdad que no habían vuelto a tener ningún problema desde que Fernando Escandón y Dinora Rosales desaparecieron de sus vidas.

–Con todo mi respeto, ¿qué importancia tiene eso?

Gabriela podría estar cansada, preocupada o nerviosa, pero jamás perdería ese aire de soberbia que la caracterizaba, y en su preguntaba era más que evidente el tono. La mujer nunca más había hecho referencia a Libia, y mucho menos a Bernardo, es más, respecto a este último, solo se refería a él como "el difunto I", cosa que había hecho molestar a sus hijas. Con lo que nadie había tenido inconveniente era con "el difunto II", evidentemente, este hacía referencia a su segundo esposo.

–Mucha mamá –comenzó Jimena–. Libia siempre se aparece cuando alguien corre peligro.

–¡¿Cómo se va a aparecer?!, ¡¿qué barbaridad están diciendo?!

En el fondo del lago (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora