Capítulo 27 - Detenidos

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Un revuelo se formó en la hacienda Reyes tras las palabras de Quintina. Nadie sabía qué hacer, y la vez todos parecían saber qué hacer. Unos hablaban sin parar, mientras que otros, nerviosos, se movían por la sala tratando de buscar una salida.

Sin tan solo hubieran tenido un poco más de tiempo, podrían haber encontrado a esos tres...

Pero ya no importaba, la policía, sin esperar a ser recibidos, entró directamente a la estancia en la que se encontraban. La orden de registro les daba total impunidad para invadir la casa.

Quedaron en el más absoluto silencio cuando vieron a uno de los agentes de la policía estatal junto con el jefe de policía de San Marcos liderar el registro, así como a otros tantos miembros de ambos cuerpos de policía.

–Empecemos por la planta inferior, que ningún hueco quede sin ser revisado –El policía estatal ordenó con rapidez, ignorando por completo la presencia de la familia.

–Nadie entra en mi casa sin mi permiso.

Juan enfrentó al hombre al ver como invadían su intimidad. Sus hermanos corrieron a detenerle, temiendo que la situación empeorase si el mayor de los Reyes golpeaba a una miembro de la autoridad.

–Su permiso ya no importa, así como sus influencias y su dinero –el policía hizo un gesto con la mano y comenzó el registro.

Pronto la sala quedó totalmente revuelta ante el estupor de la familia, especialmente de los más pequeños, que estaban siendo testigos de como todo llegaba a su fin.

–No tienen pruebas –Óscar sonrió con satisfacción–. Pueden destrozar lo que quieran –ignoró el gruñido de Juan–, que acá no van a encontrar nada.

Lidiar con la policía estatal no era lo mismo que hacerlo con el jefe de policía de San Marcos, se habían ganado el respeto de este último y cuando se daba algún problema, eran más de dialogar fuera de las oficinas policiales, pero aquel tipo era un completo desconocido, y nada de lo anterior servía.

–Tuvieron suerte con la dramática historia de la abuelita defensora y con contratar a unos abogados expertos, pero mi testigo dice que el cuerpo del profesor Carreño está acá, y no lo voy a pasar por alto.

–Su testigo no es más que un delincuente. Deberían de estar investigando realmente a Demetrio Jurado y no a mi familia –Franco se había hartado, no solo de la aptitud déspota del policía, sino porque la palabra de un criminal parecía ser más fiable que la de ellos.

Pero quedó desconcertado ante el siguiente gesto del policía, porque este hizo aparecer otro documento y lo presentó delante de su cara.

–Iba a hacerlo cuando estuviéramos a solas, pero ya que usted no tiene respeto por su familia, yo tampoco la voy a tener –sonrió con satisfacción mientras le mostraba unos brillantes grilletes–. Franco Reyes, está detenido por coacción, amenaza y estafa.

Franco miró alternativamente entre el documento en sus manos y los grilletes que pronto podrían estar adornando sus muñecas. Trató de leer el contenido, pero no podía concentrarse y comprender la información. Su peor pesadilla se estaba haciendo realidad.

Sintió como alguien tiraba de él hacia atrás y pronto se vio rodeado de su familia. Estaba parapetado por sus cuñadas a ambos lados, Gabriela y sus sobrinos le cubrían las espaldas, mientras que sus hermanos le bloqueaban del agarre directo del policía. Andrés y Gaby se habían quedado igual de impactados que él, pero enseguida se unieron a ese lazo protector.

A la única que no veía por ningún sitio era a Sarita, pero no tuvo que tardar mucho tiempo en averiguarlo porque la escuchó hablar, y su voz provenía de delante de sus hermanos, lo que significada que su mujer se estaba enfrentando directamente al policía.

En el fondo del lago (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora