Capítulo 29 - Secreto familiar

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Franco golpeaba el volante tratando de seguir el ritmo de la música que se reproducía en la radio de su auto, incluso tarareaba la melodía sin importarle quien pudiera escucharle desde el exterior. Estaba en medio de un atasco, uno horrible, ya que llevaba al menos media hora detenido. Los demás hacían sonar enfurecidos sus cláxones o abrían las ventanas para soltar improperios e insultos, pero él solo prestaba atención al ritmo de la música.

Tenía ganas de llegar a su casa, y más cuando miraba la carpeta de color beige que descansaba sobre el asiento del copiloto. Venía de reunirse con sus abogados, y no podía estar más feliz. Por eso no le importaba nada ese atasco, es más, hasta lo agradecía, porque este significaba que estaba volviendo a la normalidad, y no solo él, San Marcos estaba renaciendo tras conocer del fatídico crimen cometido por dos empleados del colegio hacia el profesor Carreño. El jefe de policía había preservado la identidad de sus hijos y la de su familia y les había eliminado de cualquier documento que pudiera hacer referencia a ellos.

Todo era perfecto.

Casi una hora más tarde y tras haberse perdido el almuerzo con su familia, llegó a casa. Tomó la carpeta con delicadeza, y se dirigió al interior, donde se encontró con una estampa que podría fotografiar y mirar sin cansancio hasta el fin de sus días. Aún se le encogía el corazón al pensar que podría haberlos perdido... Hizo una seña a Irene para que no alertase de su presencia. Sara y los niños estaban tan concentrados en los papeles que tenían sobre la mesa que ni se habían percatado que alguien había entrada a la casa.

Sabía lo que estaban haciendo. Solo quedaban unas semanas para el inicio del colegio tras el fin del verano, y habían decidido que no fueran al mismo centro. Los niños no se opusieron, es más, lo agradecieron, y lo único que pidieron fue que en su nuevo colegio no hubiera uniformes. Pero encontrar un nuevo centro no estaba siendo una tarea sencilla y más cuando Sara había ido personalmente a los otros dos que había en el pueblo, así como a los del resto de la región, y había exigido el currículum de todos y cada uno de los docentes, empleados o cualquier persona que pudiera intervenir de alguna u otra forma en la vida de sus hijos.

Obtuvo todo lo que pidió, y no le resultó difícil, porque ¿quién iba a negarse ante una mujer con una voluptuosa barriga de embarazada y con una visible escopeta cargada en la parte trasera de su auto? Nadie, incluso consiguió que algunos centros se saltasen los plazos de matriculación para aceptar sus hijos.

Solo había pasado un mes desde que podían sentirse libres, y un mes desde que confirmaron oficialmente el embarazo de Sara. Este no fue una sorpresa, pero si el conocer el avanzado estado de la gestación, porque aunque su esposahabía asumido  que debía estar en algún punto del primer trimestre, ya estaba bien entrada en el segundo, y su barriga de cinco meses brotó de un día para otro.

Se acercó a su familia, sin poder contener más tiempo las buenas noticias que traía, y se hizo notar. Las tres sonrisas que le recibieron eran todo lo que necesitaba, y dejando encima de la mesa la carpeta beige, se interesó por cuál sería el colegio elegido.

–Antes lo debemos de comentar con Norma y Juan, y Jimena y Óscar –comenzó Sara. Porque ese había sido otro pequeño requisito; ir los seis primos al mismo centro. Duvan había sido rápidamente aceptado como uno más entre los Reyes-Elizondo. –Pero parece que tenemos un ganador. El colegio a las afueras de San Marcos –dijo mientras le entregaba un papel donde contenía toda la información acerca de la institución estudiantil.

Era el que se encontraba más alejado de las haciendas, y por eso lo habían descartado la primera vez, pero ahora que lo miraba con detalle parecía un lugar tranquilo en el que sus hijos pudiesen olvidarse de lo ocurrido y continuar con sus estudios.

En el fondo del lago (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora