Capítulo 33

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"Bandera blanca"

Cassian Heidrich.

Roma, Italia.

Dos horas antes del combate.

Aprieto mis párpados al notarlos pesados. Mi lengua está pastosa y al tratar de tragar siento la garganta ardiendo por la sequedad. Deslizo mi mano por las suaves sábanas que cubren el colchón tratando de buscar el cuerpo de Raina, pero lo único que recibo es el frío de la tela.

Hago un esfuerzo por abrir mis ojos encontrando nada más que oscuridad. Miro para un lado y para otro, pero ni una mísera gota de luz alumbra la habitación. Qué extraño, recuerdo habernos acostado con la persiana subida.

Extiendo mi brazo para agarrar mi móvil y miro la hora. Joder, casi las once de la mañana. Nunca en mi vida había dormido hasta tan tarde.

Me incorporo con dificultad, más cansado de lo normal y salgo de la habitación. Trato de recordar que sucedió antes de acostarme, pero es todo confuso y borroso, como si hubiese tomado alguna droga o me hubiese emborrachado, cosa que puedo asegurar que no hice. No al menos voluntariamente.

Un rostro junto con una mirada esquiva me viene a la cabeza.

Raina.

Camino más rápido hasta llegar al gran salón donde estuvimos gran parte de la noche. No hay nadie. Recorro la casa, en busca de algún extranjero, pero no encuentro a nadie. Llego a la gran cocina, de nuevo sin rastro, pero cuando voy a dar media vuelta, distingo el humo que se ve tras la ventana que da al patio.

Alguien está fumando.

Salgo al patio casi corriendo y veo a Airton Soares, apoyado en la pared sin camiseta mostrando casi más tatuajes de los que yo tengo. Sostiene un cigarro entre sus labios mientras teclea en el teléfono.

— ¿Dónde está Raina?

Es lo primero que digo cuando llego a su lado.

Sus labios se estiran en una sonrisa lobuna y guarda su móvil. Toda su atención recae en mí. Sus ojos plateados me miran, me analizan y me juzgan. De todos con los que Raina se junta, este podría ser el mafioso más peligroso.

Su mafia es cruel, depravada y sanguinaria.

No me responde. Toma el cigarro entre sus dedos y expulsa el humo, con desgana y aparentemente entretenido por mi presencia.

— Te he hecho una pregunta.

— Y yo te he dado una respuesta. — Me responde en mi mismo idioma, dejando de lado la gilipollez de hablar en italiano.

Aprieto mis manos formando un puño que me tienta a estrellar en su cara. Reprimo las ganas y trato de mantener la calma.

— ¿Dónde?

— Se ha ido.

Lo sabía. La muy maldita me drogó anoche para poder marcharse. La voy a matar en cuanto la tenga delante. Doy media vuelta, pero Airton me detiene cuando vuelve a hablar.

— Ella necesita hacer eso.

Me giro dejando de lado mi faceta de tranquilidad.

— ¡Tú no sabes ni una mierda! ¡Ella no necesita ir a que la maten y mucho menos sola!

Sigue imperturbable, apoyado en la pared y dando lentas caladas a su cigarro, como si él hubiese sabido que todo esto iba a suceder.

— ¿Ves? Con esa actitud demuestras que apenas la conoces.

— Si la conozco, mierda claro que la conozco y sabía que iba a intentar jugármela, pero... pensé que estando aquí al menos me daría tiempo para convencerla.

Mafia Alemana | Herederos 1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora