Capítulo 21

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"Herederos"

Raina Karsten.

Un fuerte dolor de cabeza es la causa de que poco a poco mi sueño comience a desaparecer y abra los ojos. Parpadeo varias veces hasta que consigo adaptarme a la oscuridad de mi habitación. Recorro todo lo que mis ojos pueden ver desde mi postura, hasta que siento el subir y bajar de mi cabeza, en un movimiento lento y relajado.

Inclino mi cabeza hacia arriba temerosa de lo que haya podido hacer bajo los efectos de las drogas. Acostarme con alguno de los herederos no es un mal plan, joder, están todos buenísimos, pero no es algo que realmente desee.

Prefiero mantener la extraña relación que ellos me brindan.

Jadeo cuando choco con el rostro de Cassian. Sus ojos están cerrados y por el vaivén de su pecho se que se encuentra durmiendo.

Cierro mis ojos un momento, cuando un fuerte dolor en la cabeza me asalta, antes de volver a observarlo.

Tiene la cabeza ligeramente inclinada hacia mi lado y solo tendría que subirme un poco para poder rozar sus labios entreabiertos que reclaman mi atención. Bajo de nuevo la vista, viendo como la mitad de mi cuerpo está encima del suyo. Nuestras piernas enrolladas, sus brazos abrazándome y los míos sujetándose a su camiseta con fuerza.

Una imagen demasiado empalagosa y romántica para mi gusto, pero jodidamente reconfortante, sobre todo, cuando los recuerdos me avasallan y me obligan a volver a dejar mi cabeza en su pecho por el fuerte dolor de cabeza.

Aún desconozco cómo fue que consiguió dar conmigo, pero verdaderamente, me alegro de que lo haya hecho. Aún siento como sus brazos me sostuvieron en medio del salón o las confesiones que antes de dormir me dijo.

No me gusta que me protejan, que me traten como a una muñeca de cristal, pero estoy tan cansada de luchar, que unos brazos tan conocidos me recojan y me apoyen, sin él saberlo, es aliviador.

Por un momento, temí de su reacción. Lucía enfadado y sobre todo, decepcionado. Sabía que no le había gustado esto, pero para mí, los herederos, se habían convertido en una familia. Ninguno de nosotros esperaba eso, porque ciertamente, somo enemigos o eso deberíamos sentir al vernos, pero no.

Nuestra historia es tan extraña, como larga, pero no me arrepiento de ninguna de mis decisiones pasadas.

Trato de incorporarme, de liberarme de los brazos de Cassian. Suelta un gruñido cuando despego un poco mi cuerpo del suyo y vuelve a pegarme contra él, antes de abrir poco a poco los ojos.

Mira hacia todos lados, me observa por una fracción de segundo antes de romper el agarre de sus brazos y soltarme. Ambos nos miramos, su mirada batalla con la mía hasta que él rompe el contacto visual y se incorpora.

— Yo... — Carraspea. — Será mejor que me vaya. No soporto estar aquí.

Se levanta de la cama una vez que se ha puesto los zapatos y camina hacia la puerta. Lo intercepto antes de que tome el pomo y obviando la fuerte jaqueca que tengo.

— Debemos hablar.

— Lo haremos cuando salgas de esta casa.

— Cassian...

— No Raina. — Gruñe bajando la mirada para enfrentarme. — Voy a escucharte, te lo prometo, pero siento que me traiciono a mi mismo, estando aquí. A metros de ellos.

Sus palabras no me duelen, pues respeto su opinión, pero me molesta que los prejuzgue. Por ser enemigos, no siempre quiere decir que sean malas personas, no quiere decir que compitamos con ellos.

Mafia Alemana | Herederos 1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora