Capítulo 04

728 35 2
                                    

"Deseos irracionales"

Cassian Heidrich.

No dejo que Bea se me acerque. Agarro mi copa medio vacía y salgo de allí. Necesito aire, necesito volver a pensar coherentemente y no enfocarme en lo que mi cuerpo me pide.

La conozco.

La conozco demasiado bien, joder. Es buena usando su cuerpo y su labia para hechizar a cuanto hombre se le atraviese. Sé su forma de jugar, y aún así no he podido evitar caer en su telaraña.

Salgo por la puerta auxiliar, situada a un lado del escenario, para evitar tener que atravesar a adolescentes descerebrados y con ganas de fiesta. Bajo las escaleras deprisa, dejando que la ligera brisa comience a espabilarme.

Mi miembro exige consuelo, exige salir y desfogar toda la tensión que se ha acumulado en ella, pero no puedo. No puedo porque a quién busca es a ella. Mis dedos continúan húmedos de sus flujos y de solo pensarlo, de recordar como estaba tan excitada, me prendo más de lo que ya estaba.

Saco mi paquete de cigarrillos y agarro uno, encendiendolo. Tomo una gran calada de él dejando que el humo haga de liberador y al expulsar el aire, salga todo el estrés que Raina me produce.

Mis dedos estaban apunto de penetrarla, de masturbarla en mitad de aquella sala, bajo la atenta mirada de nuestros enemigos. No quiero pensar en eso, pero si mis dedos hubieran entrado en contacto con su interior, no la hubiese dejado ir. Ahora mismo estaría tocándola, buscando su orgasmo y viendo la maldita cara de perra que pone.

Doy varias caladas seguidas y un largo sorbo de mi vaso, acabando con el contenido. Apoyo mis brazos en la barandilla de las escaleras, dejando que el frío traspase mi camisa. Eso es justo lo que necesito, frío. Una buena ducha de agua fría para volver a dejar enterrados todos los deseos irracionales que me provoca.

Los minutos pasan. Todo parece volver a la normalidad hasta que de nuevo, unas manos recorren mi espalda. No me giro, sé quién es. Su aroma impregnado con el olor que emana el pub es único y fácil de detectar.

— El ambiente frío de la calle no va a calmar todo el calor que desprende tu cuerpo. — Susurra usando el tono lento y pausado que tanto me bloquea.

No puedo caer, no puedo volver a entrar en su juego.

Me mantengo de espaldas a ella, observando la explanada repleta de coches. La noche está en todo su apogeo y la luz en las escaleras auxiliares es puesta por el brillo de la luna llena.

— ¿Qué es lo que pretendes?

Su rostro aparece a mi lado, tomando la misma postura que yo. La observo de reojo, viendo que ya no lleva el conjunto escueto de baile, si no que usa el mismo vestido que cuando llegó. La melena negra se agita con las pequeñas ráfagas de aire y la luz de la luna la hace ver como una auténtica diosa.

No me responde. Se limita a seguir incordiando, pasando su mano por mi brazo y tomando mi muñeca. La alza llevándola hacia ella y arrebatándome lo que me queda de cigarro.

— Hoy no he hecho ni la mitad de lo que haré mañana. — Expulsa el humo y yo me giro para verla de frente. — Tú tan elaborado plan, va a quedar hecho cenizas, Cassian.

Y la creo.

Nunca la he subestimado a diferencia de padre. Es una chica fría, calculadora y arrasa con todo a su paso. No le importa lanzar bombas a su alrededor, es más, lo hace y alardea de ello. Ha sido durante todo este tiempo una buena compañera de combate, pero jamás pasará de eso.

Se gira para mirarme, espera una reacción de mi parte, pero mantengo la misma máscara de hielo que cuando llegó. Ya no estamos adentro, ya no está bailandome, ni tampoco hay música que suba la temperatura entre nosotros dos.

Mafia Alemana | Herederos 1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora