Capítulo 34

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"Sentimientos"

Raina Karsten.

Mis párpados pesan, mis músculos arden y mi cabeza da vueltas en cuanto trato de recordar que ha pasado. Hago el amago de levantar mi mano para tocar mi cabeza, pero la siento pesada y lejos de mi cuerpo.

Tomo una gran bocanada de aire y es entonces cuando todos los recuerdos me golpean, casi dejándome inconsciente por la cantidad de información que he recibido de repente.

Un pequeño gemido se escapa de mis labios, relamo mis labios resecos y poco a poco comienzo a abrir los ojos. Mi visión es confusa y tengo que parpadear varias veces hasta que consigo enfocar algo. Una lámpara. Miro con determinación la lámpara que cuelga del techo mientras me acompaña un murmullo de fondo que no consigo entender. Esa lámpara no me suena.

Aún más desorientada, miro hacia un lado, pero no consigo ver nada que me resulte familiar.

¿Dónde estoy?

Miro hacia el otro lado y reprimo el grito de sorpresa cuando veo un rostro muy familiar. Su cabello castaño oscuro, algo revuelto, su rostro feliz al verme que la observo, pero sobre todo sus ojos plateados que no me quitan la vista.

Veo como sus labios se mueven, demasiado rápido para mi gusto. Ella es la que estaba provocando el murmullo, pero sigo sin ser capaz de oírle. Escaneo mi cuerpo, tendido en la cama y cubierto por una sábana. Estiro mi brazo, el que no me duele tanto como el otro y aparto la sábana.

Tengo diversas vendas por todo mi cuerpo. Mis dos muslos. Mi abdomen está prácticamente entero. Veo mi hombro, entendiendo ahora porque no podía moverlo. Lo tengo inmovilizado con un cabestrillo y con algunas vendas por mis brazos, por los cortes de cuchillo. Alzo la mano para tocar mi rostro, pero Renata me lo impide.

— Te harás daño. — Oigo su voz lejana, dando un significado al molesto murmullo.

Vuelvo a lamer mis labios secos y al tragar noto que mi garganta arden.

— A-agu-ua — Casi soy incapaz de decir una simple palabra, por el dolor de garganta.

Renata rápidamente se gira y toma un vaso de la mesita de noche y lo llena con la botella de agua que lo acompaña.

— Toma, te consolará la garganta.

Tomo el vaso con mi mano y me lo bebo lentamente, disfrutando de la frescura que deja a su paso. Al terminar me da otro y repito el mismo procedimiento hasta que siento que ya puedo hablar con claridad.

— ¿Dónde estoy? — Pregunto con dificultad.

— En casa de Cassian.

La respuesta me deja más desorientada que antes. Nunca he estado en su casa, siempre que nos hemos visto ha sido en la mía y me sorprende que esté aquí, pero lo que más me deja confusa es la presencia de Renata en ella.

— ¿Qué haces aquí?

Hago el amago de incorporarme, pero de nuevo, Renata me lo impide.

— Es mejor que no hagas movimientos bruscos, deberás quedarte en reposo hasta que se curen tus heridas y recuperes energía. — Vuelve a colocar la sábana sobre mi cuerpo. — He venido a ayudaros, a tí y a Cassian, pero no solo yo. Estamos todos, lo que pasa que han ido a encargarse de un par de cabos sueltos.

Parpadeo confusa.

— ¿Cómo? ¿Cassian os ha traído a todos aquí?

He debido de morir y resucitar en una dimensión alternativa. Es imposible que el Cassian que yo conozco haya alzado la bandera blanca a los que ha tratado como enemigos desde que los conoce.

Mafia Alemana | Herederos 1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora