Capítulo #2. "Un millón de siglos".

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-¿Cómo fui tan estúpido de llamarla así? ¡Ella no se llama así! -me insistí a mismo, mientras iba en el auto para mi departamento-. Bueno... ya no.

Llegué al edificio en dónde se encuentra mi departamento. Entré al estacionamiento. Fui al ascensor el cual malditamente estaba lleno, por lo cual tuve que dirigirme a las escaleras (total de donde vengo esas máquinas no existen). El recuerdo de cómo subía al castillo para verla llega a mi mente. ¡Por favor que sea ella! Es que tiene que serlo, la siento a la perfección.

Abrí la puerta de mi apartamento. ¡Así sí! Este lugar parece un poco mi hogar; muebles de madera, armario de libros y piso de madera. Bueno a excepción del televisor pantalla plana y la cocina que era toda moderna con baldosas color negro mate y tonos plateados, una habitación y una king size en la que el sueño no acude a mis deseos.

¡La extraño! Cuánto quisiera poder abrazarla y preguntarle: ¿por qué me dejó atrapado en nuestro mundo? ¿Por qué no traer mi alma con la de ella? ¡No! Solo me dejó allá, en ese universo y con este monstruo dentro.



-Me di la vuelta y no estaba ¡No estaba ahí! Solo fueron unos segundos, unos segundos. Y además, no entró a ninguna de las otras clases -le dije y volteo para mirarla-. Neftalí, ¿me escuchas?

-Sí y más de lo que me escucho a mi misma -exclama mi amiga como si estuviera en un juicio y le preguntaran por algo muy fuerte, pero que es obvio a la vez.

Mientras caminaba mirándose el rostro con el espejo que nunca soltaba o dejaba, su papá se lo había regalado. Él las había abandonado a ella y a su mamá la Sra. Mirian Lancaster. La conozco desde aquel día que mi papá me estaba enseñando a manejar la bici. Tenía seis años y medio igual que ella.

La escuché cuando había empezado a llorar desde la otra esquina de la calle, su papá las había abandonado hacía dos meses, pero sé que hasta el sol de hoy ella lo extraña y no le guarda rencor.

-Tú dices que él estaba ahí, pero déjame decirte que él hacía rato se había marchado -me mira.

-¿No me crees? -me sentía rara.

-Sí, sí te creo. Solo que me parece que el wey te gusta -el "te gusta", lo expresó de una manera tan fuerte que supongo toda la calle se enteró.

-¡No me gusta! me intriga -dije.

-¿Y qué? ¿Ya Max no te intriga? -me mira de una manera juguetona. No me acordaba de ese ser, ni lo vi en ningún momento de todas las clases.

-Sabes que es lindo y todo, pero comprendí que no es para mí -ustedes no saben cuánta es la vergüenza que he pasado estos cuatro años escolares-, además Rebeca jamás lo dejará ir, jamás.

-Hablando de chicos, and my prince? -dijo.

-¿Quién? ¿Mi hermano? -mi rostro daba ese aspecto de confusión a un estado de mil porciento.

-Nooo, tu perrito.

-Pero yo no tengo. Ja, ja, ja y que tu perrito. Bueno no sé, debe estar en la uni.

La expresión en el rostro de mi amiga era de querer tomarme por los cabellos y enseñarme como se sentía dar vueltas. Lo sutil de todo es que no había pillado que ya habíamos llegado a mi casa. Llegamos y lo primero que vi fue a papá jugando con los gemelos. Sebastián debería estar en la universidad o en el trabajo. Al momento que hacemos acto de presencia para mi papá, me sonríe. Los gemelos tenían la pelota y aprovecharon la distracción de mi papá para hacer un gol.

-¡Bendición! -llegó hasta donde está con Neftalí a mi lado sonriendo. Me acerco a él y le doy un beso en la mejilla.

-Dios te bendiga -me responde.

El conocimiento de lo desconocido. (Proceso).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora