Capítulo #6. Parte 3.

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La primera vez que la vi creo que ella tenía unos seis o siete años y yo tenía un año más que ella. Pero nunca me acordé de esa primera vez que la pude apreciar (ni de las siguientes).

Yo había conocido a Rebeca. Desde muy pequeños hemos sido amigos, hasta que una cosa llevo a la otra y terminamos juntos, de verdad juntos. Al abrir los ojos aquel día la encontré acurrucada en mis brazos y al levantar las sábanas ví que estaba desnuda. Sí, estuve con la chica que tanto apreciaba como una hermana, esa hermanita pequeña a la cual quieres cuidar y dar todo el amor posible. Después de eso me quedé con ella. Me dí cuenta de lo que una noche de alcohol puede llegar a hacer. Esa noche donde perdí el control de mi mismo y quite el velo de pureza en Rebeca, descubrí que no podía dejarla, no porque la amara si no porque aunque el amor que siento por Rebeca, es un amor distinto, no un amor de mujer, ni deseo carnal. No podría hacerle algo así, tenía que dar la cara y estar con ella, por siempre. Yo puedo ser lo que todos quieran. Puedo ser el hombre más egoísta en casi todos los instantes de mi vida, pero si hay algo en este mundo que yo si respeto, es a las mujeres. Nací de una y me crío una.

Y ahora estoy aquí. Con un traje negro. En frente de la urna de mi madre. La gente a su alrededor solo dando el maldito pésame y luego caminando por toda la mansión como si esta mierda fuera una maldita gala benéfica o una fiesta de cumpleaños. Solo puedo pensar en algo: ¿está maldita gente, no respeta a mi madre?

Miró a mi alrededor y hay un número considerable de gente. Mi madre nunca quiso ésto. Ella quería que este día fuera solo para mi padre y para mí. En cambio él decidió hacer esta mierda. Desde la mañana se estaba preparando todo y no pude ver cuándo trajeron a mi madre por la maldita rabia preferí estar en el instituto. Pero está vez no puedo hacerme a un lado, es la última vez qué veré su cabello castaño claro y sus ojos azules claros. No entiendo ¿porque no me los regalos cuando nací?, me quedo sin nada de ella a parte de recuerdos. Quiero que la gente diga que me parezco a ella y no a mí padre (ya que soy una maldita réplica). Que aún diciendo que la ama no pudo cumplir su voluntad, no, el pasó por encima de la ella he hizo la suya.

-Quiero que se vayan -mi voz se hace presente en un susurro-. Quiero que se vayan.

Mi padre esta a unos metros de distancia hablando con otros hombre. Las personas conversan como si esto fuera una reunión de mujeres en un salón para arreglase las uñas.

-¡¡QUIERO QUE SE VAYAN!!

La gente me mira con los ojos abiertos como si estuviera arruinando en velorio de mi madre, no se dan cuenta que son ellos lo que lo están haciendo. Y aún así nadie se mueve.

-¡¿ES QUE ACASO NO ESCUCHAN?!

Mi padre se acerca y trata de tomarme el rostro, pero yo lo empujó y le doy la mirada que supongo todo padre no querría recibir.

-Diles que se vayan.

-Tú no me das órdenes, tú me respetas.

-¿Respeto? Ja. Como si tú estuvieras en este momento respetando la memoria de tu difunta esposa -señalo la urna-. MI MADRE.

-Sí, mi esposa y esta es mi manera de despedirme.

-Ella dijo que no quería esto -me duele, esto me duele demasiado-. Y mira lo que haces, estás ignorando su última voluntad.

Mi padre esta perdiendo el control al igual que yo lo hice hace un momento. Lo sé por su postura y la forma en que su respiración se está acelerando, los hombros arriba y abajo, una y otra vez muy deprisa.

-Tú, no sabes nada Max.

Mi tía Luisa, esposa de mi tío Mario. Aparece de la nada y se situa en medio de nosotros con las manos extendidas a cada lado.

El conocimiento de lo desconocido. (Proceso).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora