Primer mes después de la muerte de Susana.
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Me encontraba en casa de Pablo fumando yerba que me había vendido Darío por una buena cantidad de dinero.
—No puedo creer lo que pasó, me cuesta asimilarlo honestamente — decía Pablo mientras daba otra calada de su porro.
—Cosas que pasan, algunos chicos salen a fiestas en la noche y otros avientan a su directora desde un edificio provocándole una muerte para que después aparezca en su departamento y digan que fue un suicidio — dije irónicamente a lo que Pablo me miro mal.
—No es gracioso.
—No esperaba que lo fuera.
—Lo sé — se volvió a recostar en mis piernas y yo acariciaba su cabello.
¿En qué habíamos quedado? En nada, decidimos que mejor nada y ahora solo nos la pasamos intoxicandonos juntos.
—¿Crees que todo esté bien desde ahora? Digo, este primer mes estuvo tranquilo.
—No cantes victoria, tengo un mal presentimiento, no siento que tengamos tanta suerte como para que más adelante no aparezca un loco y nos chantaje.
—Y ese loco puede ser el idiota de tú novio.
—Ya supéralo.
—Mira quien lo dice — le di un golpe en la frente y se quejó.
—Cállate porfa.
—¿Qué pedo con ese wey? ¿Ya te busco? Lo pregunto porque supe que Sofía anda con Javier — aclaro mirándome.
—No lo digas de esa forma, suena más patético de lo que es.
—¿Entonces?
Tome una calada de mi porro y suspire cansada.
—Si me busco de nuevo — confesé, aunque por mi cara sabía que era obvia la respuesta.
—Era muy obvio.
Yo asentí dándole la razón.
—Lo irás a ver más tarde ¿Cierto?
—Tal vez — le di otra calada.
...
—Llegaste — dijo con una sonrisa mirándome.
—Si.
Pase a su departamento y tome asiento en su cama.
—¿Quieres algo de tomar? Tengo cerveza y cerveza.
Sonreí al escuchar eso.
—Cerveza entonces.
Estaba algo viajada, últimamente estaba consumiendo cualquier sustancia que me hiciera no pensar, supongo que a eso se debía mi comportamiento más idiota en este mes y mi poco interés en lo del cadáver movido. Estaba estresada y no por el puto cadáver solamente, sino también por Raúl.
—Aquí tienes — me entrego la lata de cerveza y espero a que el se sentará. Ambos la abrimos y empezamos a tomar.
Fuimos por la segunda y después la tercera y dejé de contar en la sexta.
—Yo te quiero mucho _______ — decía el mientras yo solo asentía.
—A ver, hackea un colegio entero y te creo.
El soltó una risa mientras me miraba y negaba.
—Que hija de puta — me señaló con el dedo y dió otro trago a su cerveza.