❝ C i n c u e n t a y c i n c o ❞

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Ambos avanzaban por aquel camino que resultaba ser un atajo a la casa donde se habían alojado, uno estando nervioso y el otro estando bastante alerta.

YoonGi seguía manteniendo a JiMin cerca de él, controlándolo al sostenerlo por los hombros mientras le mandaba miradas repletas de advertencia a todos los Alfas que su vista captaba. Desde Alfas jóvenes, hasta Alfas que comenzaban a lucir cabellos blancos en sus cabezas; nunca se podía saber quién tenía un lobo más débil —ya que en esto la edad no influenciaba— y, por lo tanto, quién cedería antes al efecto de la Luna Roja.

Debido a la urgencia, las medidas empezaron a tomarse. Todos, desde la primera a la última rama de la jerarquía, se dirigían apresurados a sus hogares para refugiarse. Omegas llevando a los niños y adolescentes con los Betas asignados por cada comunidad para protegerlos, Alfas con brillantes ojos rojos que eran detenidos y muchísimo ajetreo que sin duda atraía estrés en todos.

Además de unos que otros Alfas que, al igual que YoonGi, parecían lanzar amenazas de muerte silenciosas a cualquiera que pusiera un ojo en sus parejas.

Ni Alfa ni Omega intercambiaron palabras durante el camino y tampoco se miraron cara a cara. JiMin estaba muy preocupado para eso. YoonGi, por su parte, estaba más ocupado manteniendo al menor bajo su protección.

YoonGi colocó su mente en blanco unos segundos para poder pensar si esa necesidad tan fuerte de proteger era causada por el efecto de la próxima Luna Roja, o quizás simplemente era él preocupándose y asegurándose de no permitir que ningún otra u otro Alfa moviéndose puramente por instinto se pasara de la raya.

Sólo imaginar a un Alfa sometiendo o acorralando a JiMin de esa manera lo hacía gruñir. Enfurecía a su lobo e incluso a él.

—Iré a descansar. —avisó. Luego de eso JiMin caminó en silencio hacia las escaleras, y YoonGi pudo oír el suave ruido causado por la puerta de la recámara al ser cerrada. El pálido no lo detuvo ni le siguió, queriendo darle su espacio mientras que pensaba en la situación actual.

Sus blanquecinas manos se sentían frías, y YoonGi supuso que era normal al estar siendo molestado por los nervios, la preocupación, las inquietudes y el estrés que sufrió en tan poco lapso de tiempo. Fue hasta la cocina con la intención de beber un trago de agua y así quizás calmarse, sin embargo, ese deseo no se concedía.

Pese a que ya JiMin estaba a salvo, él seguía sintiendo inquietud. Lo había sacado del campo de visión de otros Alfas, pero ¿De qué serviría eso si él podía llegar a hacerle daño sin querer?

Sólo dos veces en su vida había utilizado el alivio de las concubinas, pero eso sólo fue durante su celo. Las anteriores Lunas Rojas, de hecho, daba vacaciones a todas y todos los Omegas que trabajaban en su mansión. Suplan era simple, alejar a todos, realizar todo el trabajo posible durante la mañana y tarde con el propósito de estar cansado para cuando el anochecer llegase, así dormiría y no despertaría en horas. Agregando a esto a cerrar su puerta con seguridad, aparte de los guardias Beta que estarían afuera. Él no salía y nadie entraba.

Su método, probado en las seis ocasiones en las que vivió aquel fenómeno, fue exitoso. Su lobo, tan dormilón como él, no despertaría para seguir sus instintos si no había ni una sola feromona de Omega cerca que lo hicieran reaccionar.

Lo único que comprobaba que seguía sufriendo del efecto de la Luna aun así fue era que al despertar en la mañana y pararse frente al espejo, sus ojos tenían una fuerte tonalidad carmesí que en unos minutos desaparecía, dando paso nuevamente el color oscuro natural de sus ojos.

 Pero ¿Y ahora? La casa era pequeña para que no destacaran demasiado de entre las demás y por consecuencia el aroma de JiMin y el suyo eran perceptibles en cada rincón. Una de las pautas principales que impuso era no tener el aroma de Omegas cerca durante la Luna Roja y eso lo complicaba.

(••𝖉𝖚𝖑𝖈𝖊••)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora