8/364 - Pánico en el Cementerio

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- Me parece tan considerado que llevés a tu hermana al colegio - Comentó la mamá de Micaela - Sé que el subte ya no es tan peligroso como lo era hacía unos años, pero te juro que me queda un nudo en la garganta hasta que no me llega un mensaje de mi pichoncita cuando llega al aula

- Mientras no me lo rayoneés - Acotó el padre y lanzó las llaves del auto en la dirección de su hijo, quien las atrapó mientras sorbía su café

- ¡Daniel! ¿Eso es lo que más te preocupa ahora?

- Vos sabés lo que opino de los colorados y los autos, corazón - Bromeó acerca de él siendo el único que no era colorado de la familia

- Es como los gatos negros y los espejos rotos - Añadió Miki, quien había salido del baño y ya estaba preparada para irse al colegio

- ¡Estaba por decir eso! ¿Qué acaso me leíste la mente?

- Es que sos tan predecible gordo - Respondió la señora

- ¿Y qué tan predecible es que haga esto? - Se abalanzó sobre su esposa y le besó el cuello. Los hijos escaparon imitando el gesto de vomitar al presenciar la escena

Daniel no se había equivocado en lo absoluto. La muchacha le había podido leer la mente. En aquello consistía el mensaje de aquel día: "Antes de que ocurra". Tan pronto como Miki había recibido este mensaje, ella junto a Ciro se dedicaron a explorar las posibilidades de la habilidad, y resultaba inclusive sorprendente, que podía leer pensamientos que ni siquiera se le habían ocurrido. Se adelantaba a ellos. Esto, en conjunto con la oferta planteada por el llamante anónimo, resultó una oportunidad perfecta.

Ambos subieron al auto y emprendieron marcha hacia el colegio. Miki debía seguir con su rutina como cualquier otro martes hasta que su hermano la fuera a buscar. Mientras tanto, debía intentar ocupar su habilidad lo más posible para hacer descender el número en su frente. Ciro, por otra parte, seguiría las pistas que el llamante anónimo dejó por toda la ciudad con tal de enfrentarse a él a la siesta de ese día.

"Estoy listo para negociar. El nerviosismo que recorre mis arterias, este frenético éxtasis que me genera estar haciendo el mal es simplemente, increíble. Necesito que me vuelvas a encontrar, Miki, estrésame, humíllame y déjame contra las cuerdas. Así, tan solo si logras seguirme el paso, te daré lo que quieres, te regresaré a tu pequeña amiga. Lo prometo." Le había propuesto la noche anterior, y antes de finalizar la llamada, sin responder ninguna pregunta que la joven intentó hacerle, le dijo que hasta ella misma sabría dónde encontrarlo. Solamente, debía encontrar el rastro y seguirlo.

Tan pronto como Miki entró por el portón del colegio, fue interceptada por un rostro familiar. Ivana, la chica de los aritos de serpiente. Se la veía dentro de todo mejor, manteniendo la compostura y con una sonrisa pintada en el rostro. Sin embargo, Miki no necesitó del mensaje de ese día para saber que simplemente estaba intentando no desanimarse. Creer que habría esperanza para ver a su amiga de nuevo. Ambas chicas se saludaron e ingresaron juntas al patio. Ese día Micaela había llegado mucho más temprano que lo usual, y no había ninguna prisa. Juana no llegaría hasta dentro de ocho minutos, y la profesora hasta dentro de diecisiete.

- ¿Puedo saber qué estás escuchando? Siempre te veo en el aula escuchando música. Me pregunto si te gustará lo mismo que a mí. Aunque siempre me dijeron que mi gusto es una mierda. Debe de ser una mierda. Pero al menos me gusta - Preguntó Ivana, queriendo iniciar la conversación

La joven pecosa se quitó uno de los auriculares y lo compartió con Ivana. El brillo repentino en sus ojos y el poder leer lo que le estaba por pasar en la mente, revelaron que ella había sido fanática de Minerva desde hacía años. De hecho, esa misma canción había sonado en el recital al que ella había asistido. Prefirió no mencionar nada de aquello, y sólo disfrutó de la música en compañía de su amiga. Despejarle la mente un rato sería lo mejor en estos momentos.

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