2/365 - Ecos, Silencio, Paciencia y...

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Tan pronto como Miki pudo regresar a su casa, después de un agotador día, pudo conseguir el tiempo y privacidad necesarios para procesar lo que le había estado sucediendo. Aquel mensaje en su frente había probado ser real, aunque su significado fue distinto al esperado, y había entrado en contacto con un ente paranormal. Consideró la posibilidad que el mensaje cambiara para el día siguiente, y, que, en caso de hacerlo, tendría que lidiar con 364 situaciones diferentes a partir de mañana. No era un panorama muy esperanzador.

Creyó que lo mejor sería anotar todo lo que le había sucedido ese día en un diario, describiendo el suceso y cómo lo había resuelto. Quizás llegaría a encontrar alguna especie de patrón, o, por lo menos, si ocurriera una situación similar, sabría cómo debía actuar. Después de terminar la entrada de lo que se convertiría en su guía personal de supervivencia, sintió que ya era hora de descansar. Puso una alarma para las 4 de la mañana, dándole unas posibles 5 horas de sueño, que le daría un tiempo para lidiar con el mensaje de mañana antes de ir a clases. Estaba agotada y no creía poder seguir estando despierta.

Sin embargo, la alarma nunca terminó por sonar. Miki fue despertada por su mamá, con una sacudida que se volvió cada vez más intensa. Se dio cuenta entonces la hora en su reloj en el que había programado dicha alarma: Eran las 7 y cuarto. Iba a llegar tarde al colegio. Saltó de su cama y echó a correr hacia el baño, apresurada en que su mamá no viera el mensaje de ese día. ¿Por qué no había sonado la alarma? Refunfuñó mientras revisaba su reloj. 

- Pero... Si sonó... - Miki estaba confundida. Solía ser de sueño ligero - ¿Por qué no lo escuché entonces?

Algo estaba mal. Al quejarse de no haber escuchado la alarma cayó en que no podía escucharse a sí misma. Se dirigió al espejo del baño para corroborar y entonces pudo ver el mensaje de ese día: "2/365 Silencio". Miki no podía oír absolutamente nada, ni la alarma del reloj, ni su voz, ni la de su mamá. 

- Mierda - Maldijo mientras se colocaba su bandana de nuevo - ¿Ahora qué mierda voy a hacer?

La joven, afortunadamente, sabía leer labios. Se le encendió un foquito. Hacía unos meses, su primo, quien es sordomudo, le había enseñado como hacerlo cuando se quedó en casa mientras sus padres estaban en un viaje de negocios. Solía espiar las conversaciones de los demás a una considerable distancia y compartir el chisme con Juana. Este día estaría mucho más preparada que el anterior, o al menos, eso creyó.

Miki se apuró en subirse al auto de su papá, quien le tocaba llevarla al colegio ese día. A partir de lo que pudo reconocer por cómo movía sus labios, y un evidente ceño fruncido, la estaba regañando, primero porque el reloj había sonado a las cuatro de la mañana, despertándolos y no había hecho nada por apagarlo. Segundo, quedarse dormida y llegar tarde al colegio. Ella solo asintió. Esperó unos minutos y viendo que su papá estaba más tranquilo le preguntó a su papá si le parecía bien que mañana fuera al cine con un compañero. Él no respondió. Ella estaba hablando demasiado bajito. Tenía que subir el tono. Aprovechó la oportunidad, tocándose la garganta para sentir la vibración de sus cuerdas vocales, llegar a un volumen que la escuchara, pero no fuera molesto. Así se aseguraría de poder responderle a los demás sin levantar dudas. ¿Por qué no simplemente decirles que se había despertado con un terrible dolor de oído y que no podía escuchar nada, si así se ahorraría un par de problemas? La respuesta era simple. Lo encontró entretenido.

Al llegar al colegio se apresuró en llegar al aula, en la que, desafortunadamente, estaba dando clases "El Diablito", un profesor que siempre habían tildado de poco empático y sofocante, y, sus clases, agotadoras. Dio una muy delicada secuencia de golpecitos en la puerta, esperando que sea escuchada. El profesor, con una muy marcada "cara de ojete" la regañó por interrumpir la clase. No permitió que ella continuara con su explicación, haciendo una seña de silencio y mandándola a su pupitre. Juana estaba esperándola. Le pareció extraño por parte de ella que no contestara sus mensajes esta mañana.

OBRA DEL CUENTACUENTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora