13/303 - Llega la noche (Parte 2)

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Mientras Miki y Juana conversaban en el baño de chicas del salón de fiesta, Ciro estaba estacionado en una estación de servicio a solo una cuadra. Tomó su teléfono y buscó en su lista de contactos hasta encontrar a un número bloqueado. Pensó por un minuto si debía o no hacer esa llamada, si en verdad era necesario llamarlo. "No queda otra" recapacitó. Marcó al número y esperó a que contestara. Un tono. Dos tonos. Tres tonos, y atendió. Una persona al otro lado del teléfono preguntó quién era y Ciro inmediatamente cortó la llamada. Cerró su teléfono de chapita y cabeceó el volante del auto con un poco de frustración. Ahora era el suyo que sonaba, le habían devuelto la llamada.

- Hola. Perdón, se me fue el dedo y corté sin querer. ¿Cómo estás? - Respondió algo nervioso

- Bien. Pensé que no volverías a llamar. ¿Pasó algo? ¿Estás de nuevo en el país? - Preguntó el hombre al otro lado del teléfono

- Si. Regresé por un asunto urgente. La organización me asignó a una misión algo complicada y, algo muy grande se avecina - Volteó a ambos lados, asegurándose de no estar siendo vigilado - tengo una teoría que quiero probar para llevar adelante mi trabajo, pero nadie sabe de esto, no me lo permitirían

- ¿Es lo suficientemente preocupante como para que Atlas no sepa nada de esto? ¿Por qué me necesitas a mí? ¿No conoces a nadie más, alguien de mayor calibre quizás?

- Porque sé que sos el único que no me clavaría un puñal por la espalda, Javier. Necesito que nos encontremos. Es feriado puente este miércoles a viernes por el carnaval. ¿Es posible que vengas, donde siempre? Por la mañana te comparto más información, lo juro

- Lo pensaré. Tengo un par de trabajos pendientes estos días, pero nos estaremos comunicando. Nos vemos, Ciro - Cortó la llamada

"¿Por qué era tan fácil hablar contigo antes, y ahora se siente como caminar descalzo sobre vidrio?" Pensó Ciro, tras acabar la conversación.

El reloj del teléfono marcó las 00:00 horas, y un rayo gigantesco iluminó el cielo. Empezó a llover con gran fuerza, y una corriente de viento intensa hizo volar periódicos y carteles, revoloteando en la ventanilla del auto de Ciro. El joven vio a por el espejo retrovisor y se dio cuenta que la tormenta era causada por una nube, que no superaba los 200 metros de radio. Era obvio que un fenómeno así, de repente, y sobre todo en donde Miki se encontraba, tenía que ver con los mensajes. Ciro se apuró para llamarla y asegurar que se encontrara bien, cuando fue detenido al ver la figura de un hombre acercarse a su auto. El muchacho mantuvo la calma y cargó su arma ante la posibilidad que se tratara de un enemigo. Abandonó el auto lentamente y pudo ver cara a cara a quien se estaba acercando.

- Te recomiendo que te quedes dentro del vehículo o que regreses pronto a tu casa - Se acercó y la luz de un poste lo reveló como un policía, con su uniforme negro y chaleco verde fosforescente - Esta tormenta no tiene sentido. Es pequeña, pero muy intensa - Le aconsejó

- Por supuesto. Me alegra no estar en problemas - Dijo con un tono algo despreocupado, mientras volteaba a abrir la puerta de su auto

La manija de la puerta se sentía extrañamente fría, como si fuera de hielo. Escarcha se comenzó a acumular rápidamente alrededor de la mano de Ciro, como intentando atraparlo. Entonces entendió que algo andaba mal, y retiró su mano rápidamente y se tiró al suelo, viendo una bala pasar muy cerca suyo.

- Tienes buenos reflejos - El policía se rio, y su boca comenzó a abrirse de manera anormalmente grande. De ella emergió un brujo de cabellera blanca y orejas puntiagudas.

Ciro se apuró a disparar su arma, irguiéndose y su bala fue retenida por un trozo de granizo que se formó frente al brujo en un instante. De un morral, Caster sacó un libro grande y viejo, del estilo que los hechiceros usarían para un encantamiento. Hizo una serie de gestos con su mano mientras el libro se elevaba por encima de su cabeza. Eso hizo que el muchacho cambiara de blanco, disparando a las páginas que se movían con rapidez.

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