IV

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La tensión en la sala de la casa de los Cullen era palpable.

Las miradas iban de Edward a Queen, en cuyo rostro reposaba una mueca desagradable hacia el cobrizo. Bree se encontraba a unos metros de la francesa, mirando con desagrado a Edward, quién tenía su atención en la francesa furiosa frente a él.

―¡No le diremos! ―gruñó Edward con furia, los ojos de ambos de encontraban tan negros como el carbón. ―¡Si se transforma la manada se enterará! ¡Y no es necesaria su presencia aquí!

Queen rió con burla, divertida por sus palabras.

―Evitará transformarse, no va a exponer a su impronta frente a una manada de peligrosos lobos con sed de sangre. ―escupió Queen mirándolo furiosa.

―¡Ya dije que no! ―se adelantó un paso Edward, solo para ser detenido bruscamente por el brazo de Emmett quién lo detuvo mirándolo con furia por atreverse a acercarse de tal modo a su compañera, sin embargo Queen dio un paso al frente, indignada porque aquel idiota que nuevamente se atrevía a darle órdenes, olvidando lo que le sucedió la última vez que se atrevió a darle una orden.

Si no quieres que te mate cierra la boca. ―escupió quedando frente a frente con él, las emociones parecían abrumar a Jasper, sin embargo él no se alejó de su compañera, quién se encontraba parada con una actitud protectora detrás de Genevieve, mirando con asco a Edward.

Edward dio otro paso, haciendo que Emmett también diera otro, sin embargo Nastya se adelantó con una mirada furiosa en su hermoso rostro.

Aléjese si no quiere sufrir, estúpido niño. ―siseó Nastya.

―No te metas donde no eres requerida, bruja.

―¡Edward! ―gritó Genevieve sentada en el sofá, mirando furiosa a su marido.

―¡No te atrevas a hablarle así! ―gruñó Bree mirando con sus ojos negros a Edward.

―¡Tú tampo...!

―¡No les hables así! ―gritó Queen, de su boca salió humo, la habitación había comenzado a tornarse fría y al ver esto, Rosalie se apresuró en cubrir a Genevieve con gruesas frazadas para cubrirla de frío. ―No eres nadie para darnos órdenes, maldito imbécil obsesivo.

―Él no se enterará de esto.

―Ya he callado dos días, imbecil. ―escupió Queen, evitando descontrolarse. ―Wyatt merece saberlo. Te guste o no, ella es su impronta y nadie, ni siquiera tú podrá cambiar eso. Así que no te atrevas a hablarme si no quieres que te arranque la cabeza una vez más.

―Chicos por favor. ―se adelantó Carlisle, las manos del doctor llegaron a parar en los hombros de Edward, tratando de calmarlo. ―Queen, Edward tiene razón. Es peligroso que Wyatt sepa de esta situación, los lobos vendrán en cuando lo sepan.

𝚁𝚘𝚞𝚜𝚜𝚎𝚊𝚞¹ | 𝙴𝚖𝚖𝚎𝚝𝚝 𝙲𝚞𝚕𝚕𝚎𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora