II

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Queen lo intentó.

Realmente lo intentó.

Pero ver a la ardiente rubia y al sexy castaño a su lado nubló sus sentidos y no pudo evitarlo. Ambos eran vampiros, eran nómadas y habían escapado de su madre durante unos días.

Sus nombres eran extraños, antiguos y sabía que eran nórdicos; Hela y Ragnar, dos sexys hermanos que la dejaron sin habla en aquel callejón donde los encontró alimentándose de una mujer.

Queen sabía sobre su aparente problema llamado ninfomanía, cuando era humana pasó de cama en cama y siguió igual luego de ser convertida. Y aquella razón fue que no se pudo resistir a los hermanos, los cuales se lanzaron a ella apenas cerraron la puerta de la habitación.

―¿Están acostumbrados a esto? ―inquirió dejando que el castaño llamado Ragnar devorara su cuello.

―Tenemos más de mil años, cariño. ―la rubia llamada Hela le sonrió divertida frente a ella. ―Hemos tenido demasiadas experiencias, ¿Tú qué piensas?

―Que estoy apunto de tener sexo con unos vejestorios.

La escuchó reír antes de que devorara su boca. La atrajo hacia ella apretando su cintura con fuerza, podía sentir al castaño detrás de ella metiendo su mano por debajo de la ropa, podía sentirlo apretado tras ella.

La ropa desapareció a los minutos, ella estaba recostada en la cama con ambos nómadas a cada lado. Ragnar ahora se encargaba de devorar sus labios y Hela se encargaba de sus pechos. Su interior se sentía culpable, debido a que estaba traicionando de alguna forma a su compañero ahora que lo había encontrado, pero la culpa no era más que la pasión.

Sintió la mano de Hela deslizarse por sus piernas hasta llegar a su centro, un gemido se le escapó cuando sintió dos dedos dentro de ella.

―Hemos probado de distintas nacionalidades. ―Ragnar le susurró al oído, su extraño acento la enloquecía. ―Pero en nuestros mil años de vida, jamás una deliciosa francesa. Eres una preciosidad, amor.

En un rápido movimiento, dejó a la rubia bajo su cuerpo, la sonrisa que le dirigía pudo haberla enamorado si cierto vampiro no fuera su compañero y sintiera la necesidad de estar a su lado. Ragnar tomó posición tras ella, daba caricias a su espalda enviándole un extraño escalofrío.

Un gemido salió de ella cuando lo sintió entrar, y un gemido escapó de la rubia cuando la lengua de la francesa hizo contacto con su entrada.

Tal vez la pareja del cuarto de al lado supo que el trío lo disfrutaba, la cama chocaba contra la pared con brutalidad y los gemidos en la habitación eran suficientes como para que los escucharan incluso los empleados.

Además de ser muy apuesto, Ragnar parecía ser un dios en la cama, el cuerpo de Queen se movía con violencia y estaba segura que la cama pronto se rompería por los movimientos bruscos.

𝚁𝚘𝚞𝚜𝚜𝚎𝚊𝚞¹ | 𝙴𝚖𝚖𝚎𝚝𝚝 𝙲𝚞𝚕𝚕𝚎𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora