V

9.3K 808 118
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


















Movió sus caderas al compás de la música.

Bebió un gran trago de bourbon, luego dirigió el tabaco a su boca y aspiró, necesitaba aquello, salir a divertirse y bailar hasta que le dolieran los pies.

Un chico se encontraba por detrás, y otro delante de ella, ambos devorando su cuello y labios.

Aquello era gloria.

Se sentía libre, en aquel lugar nadie la juzgaba, no escuchaba reclamos u ofensas, solo risas eufóricas y música a todo volumen.

Seattle.

Fue a parar en aquel lugar. Tal como lo dijo Emmett, era un lugar recomendable, que de ahora en adelante se volvería su favorito.

Ladeó su cuello, soltando suspiros cuando el chico de atrás lo besaba ferozmente, el chico delante de ella mordió su labio inferior con fuerzas, antes de besarla bruscamente.

No Celine. No Frederick. No sus abuelos. No su madrina. No su...

A no, ella sí se encontraba ahí.

Fue ella quien la llevó a Seattle, con la condición de entrar con ella para que no cometiera ni una estupidez, como la de aquella vez, cuando pasaron el susto de un posible embarazo, que resultó negativo.

Aquella era ella, una adolescente viviendo su adolescencia como nunca creyó hacerlo, la fanática de los tragos, las drogas, la que abre la boca en el momento menos indicados, la coqueta con todos, sin importarle los comentarios de los demás.

Esa era ella.

Cuando ellos no se presentaban.

―¡Eh! No te pases, amigo. ―escuchó la advertencia de su hermana, tal vez le decía al chico de adelante, que besaba ferozmente sus labios ya hinchados, o al chico de atrás que seguía besando su cuello y estaba comenzando a meter mano. ―Es hora de irnos, Queen.

―No molestes, Celine.

―Genevieve. ―corrigió la melliza mayor. ―Vamos, prometiste que nos iríamos antes de las diez, y son las once, tenemos un largo viaje de casi cuatro horas, vamos.

》Además tenemos clase mañana.

―No seas aburrida y únetenos, preciosa. ―se le acercó uno de los chicos dirigiéndole una mirada lasciva.

―Puedes ver, pero no tocar. ―espetó al ver las intenciones del chico. ―Es hora de irnos, Queen, rápido.

Queen carcajeó cuando su hermana tiró de ella y la hizo caer, Genevieve se espantó al notar que su cabeza impactó con brusquedad en el suelo.

―Cielos, Queen, ¿Estás bien? ¿Te duele algo?

―Me duele las ganas que tengo de seguir bailando.

𝚁𝚘𝚞𝚜𝚜𝚎𝚊𝚞¹ | 𝙴𝚖𝚖𝚎𝚝𝚝 𝙲𝚞𝚕𝚕𝚎𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora