Carta A Katerine

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Hola, Kate.
¿Cómo has estado?

Supongo que se te hace un poco extraño que yo te escriba. No muy a menudo te paso por mi memoria.

Perdón.
Creo que deposité sobre tus hombros una carga que ni siquiera yo sería capaz de llevar.

De cualquier manera, quería venir sobre estas palabras y evocar aquellos días en los que sólo queríamos que todo estuviera bien.

Que estuviera bien nuestro pueblo.
Que estuvieran bien nuestras familias.
Que pudiéramos salir sin ningún temor a ser asesinados por parecernos a "x" o "y" persona; y que todo, indiscutiblemente, estuviera bien entre vos y yo.

Desde hace algún tiempo, y a esto quería llegar, me vengo dando la oportunidad de hacer lo que me gusta, y lo que algún día estuvimos hablando -No sé si recuerdes el cerrito aquel donde solíamos ir a perdernos de la realidad-. Pero si no recuerdas, tranquila. Yo lo traigo a colación.

Estuvimos hablando que sería muy bonito si algún día pudiéramos cambiar al mundo y trabajar por la Paz del país.

Dijimos muchas cosas. Viajar por el mundo. Conocer otras culturas. Ayudar a niños. Ser maestros... (suspiro)
Creo que ese día, como quien no quiere mucho, me comprometí con esas palabras...

Por eso te estoy escribiendo.

Desde que te fuiste, junto a Caro, todo estuvo confuso por un tiempo.

Me perdí. No sabía qué seguía a continuación.

Por eso me di a la tarea de hacer lo que me gusta. Lo que te prometí. A lo que nos comprometimos.

Llegó a mi vida Trabajo Social -la carrera de mis sueños-, y con Trabajo Social un montón de cosas bonitas.

No voy a negar que ha sido un poco tragicómico también.
He experimentado más estrés, más ansiedad, más dolor, pero paradójicamente he estado más feliz, más esperanzado, con más deseos de continuar.

Con esta felicidad llegó el TIAP -Taller Itinerante de Arte para la Paz-, y con el TIAP una epifanía.

¡Esa epifanía sos vos, Kate!

Es muy probable que no sea del todo capaz de explicarte el porqué, pero te busco. Ojalá te pueda encontrar.
En mi cabeza.
En mis recuerdos.
En mi corazón...

Inclino mi orgullo. Desarmo mis palabras. Hinco mi espíritu para pedirte de la manera que mejor sé -escribiendo-, que me perdones.

Perdón por no nombrarte.
Por no pronunciar tu nombre.
Por no abrir mi boca para decir todo lo que eres, lo que fuiste, y lo que serás para mí.

Perdón por no contar la historia de cómo llegaste a cambiar mi vida.
Perdón por no escribir sobre lo mucho que me hiciste feliz al hacerme papá por primera vez...

Perdón, Katerine. ¡Perdón!

Por eso, para encontrar Paz, para trabajar por la Paz, también se hace necesario que busque un poco de paz para mí. Paz mental.

Espero poder seguirte nombrando.
Espero poder seguirte escribiendo.
Espero poder seguirte encontrando.
Espero que me sigas trayendo paz.

¡Abrazos hasta el cielo, Kate!
¡Te extraño!

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(Esta carta surge como producto de una de las tantas actividades, en el marco del diplomado: Taller Itinerante de Arte para la Paz (TIAP) de la Universidad de Antioquia, donde debíamos escribir una carta a alguien contándole sobre nuestra experiencia en dicho diplomado, y a quien quisiéramos expresarle algo referente a la paz.
En Colombia vivimos la esperanza de poder, algún día, gozar de paz en todos nuestros territorios.
¡Gracias por pasar por aquí y leer estas letras que salen de mi corazón y de mi alma! ❤ 💙)

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