Una joven casada sin amor con un terrible barón en un tiempo donde el divorcio no existía y el adulterio era un crimen, conoce a Simón Basset, un enigmático joven Duque que repudia el matrimonio y prefiere las cosas informales
Se encontrarán envuel...
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La cena estaba servida, y aunque el hermano menor estaba riendo divertido mientras conversaba con las otras tres mujeres de todo lo que les había sucedido en Londres. Tanto el duque como Amelia estaban nerviosos, sobre todo porque su padre no dejaba de observar a Simón con todo detenimiento, parecía que ni si quiera estaba disfrutando la comida por observar aquel hombre
-¿Y como has estado papá?- pregunto la rubia intentando quitar la tensión de la cena mientras comía puré de patata
-bien- respondió de manera seca, aunque en realidad así era él, era bastante frío y seco, a excepción de cuando se embriagaba, entonces se volvía enérgico, alegre y lamentablemente agresivo, aunque está vez parecía que no estaba ebrio, quizá había tomado un poco, pero no parecía estar embriagado
Aún así, Amelia no sabía si los había escuchado, o visto la cercanía que parecían tener, le preocupaba que se pusiera agresivo contra Simón, y estaba segura por lo bien que lo conocía que no se defendería por cortesía hacia su familia
-¿Y cuando se va?- pregunto el hombre mayor
-Patrick- carraspeó su garganta su esposa con vergüenza -no hagas preguntas ofensivas por favor-
-no es ofensa- respondió Simón -me iré en unos días probablemente- sonrió de manera amable lo cual hizo que el hombre frente a él soltará una leve risa burlona
-¿Está seguro de que vino por las propiedades? O por alguna mujer- respondió
-¡Patrick!- volvió a reclamar su mujer
-padre, creo que no entiendes la situación- dijo su hijo
Amelia bajo sus cubiertos a la mesa provocando cierto ruido y se levantó de su asiento evidentemente enojada
-ya he terminado- Amelia rodó sus ojos con fastidio mientras salia de la habitación donde estaba el comedor, con intenciones de subir las escaleras
-¡Amelia!- grito su padre al mismo tiempo que también se levantaba del asiento y corría detrás de su hija -¡Amelia te estoy hablando!-
-¡Yo no quiero escucharte!-
-¡Eres mi hija y debes obedecerme!- exclamo tomando a la mujer por su ante brazo y apretándola con cierta fuerza para evitar que entrara a su habitación a encerrarse cómo era de costumbre cuando vivía ahí -solo me preocupas-
-si realmente te preocupara padre, no me hubieras vendido como carne de cerdo al mejor postor solo para pagar tus estúpidas deudas- dijo mientras se soltaba de su agarre, dejandole una breve expresión entre enojo y tristeza
