capitulo 31

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My Heart

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Habían pasado al menos 5 minutos desde que habían salido del local en la espera de los dichosos costales de harina, y en todo ese tiempo, se había generado el mismo silencio incómodo entre ambos. Simón comenzaba a desesperarse por no saber cómo acabar con aquello

-lamento la espera- sonrió Eugine saliendo de un portón a un lado del local

Aunque ciertamente Amelia se quedó con un tanto sorprendida pues el hombre llevaba encima de sus hombros un costal de por lo menos 50 kilos. Ella podía recordar al pequeño niño Eugine, delgado y escuálido que no podía levantarla a ella aunque fuera sumamente delgada

Simón observó aquello, o más bien, aquella mirada que Amelia le estaba ofreciendo a tipo, y aunque fingió físicamente no sentir nada, dentro suyo parecía estarse manifestando cierto tipo de celos

-permiteme ayudarte- exclamo rápidamente Simón mientras se quitaba su saco y se lo entregaba a su lacayo

-no podría dejar que su excelencia hiciera trabajo de campesinos- respondió el hombre mientras dejaba el costal en la parte de la carreta que estaba vacía

-no es nada- dijo mientras se arremangaba las mangas de su camiseta blanca y seguía al hombre al portón pequeño

No quería quedar mal ante Amelia de ninguna forma

Así fue como ambos cargaron por lo menos unos 4 costales cada uno, mientras Amelia observaba con detenimiento, aunque ya no era a Eugine a quien veía, no podía evitar ver al duque, no podía evitarlo aunque quisiera, esa era otra parte de ella que detestaba. El echo de que aunque hubiera otro hombre frente a ella, aún así, prefería observar a Simón

-eso es todo- Eugine suspiro con algo de cansancio -supongo que de nuevo tengo que apuntar esto en la lista de tu madre-

Amelia se sonrojo al escuchar aquello, pues creía que su madre ya lo había pagado, ahora creía que aquella lista a la que se refería era la misma de siempre, lo cual solo la ponía mal, pues no era posible que no pudieran pagarla por completo hasta ahora. Después de que ninguno de sus hijos ya vivía con ellos

-supongo que si- dijo mirando levemente a su espalda solo para ver la reacción de Simón, quien intentaba ignorar aquel tema, aunque le preocupaba la cantidad de deudas que tenían

-no te preocupes, tu padre ayudo mucho al mío antes de partir- suspiro

-por cierto, ¿no lo has visto?- pregunto con más vergüenza, volviendo a sonrojarse nuevamente, sabía la respuesta

-supongo que debe estar donde siempre- giro su rostro hacia el fondo de la larga calle, justamente donde terminaba y comenzaba un camino algo sucio y lodoso, cerca de un pequeño bosque, se alcanzaba apenas a percibir una pequeña casucha, era el mismo bar de siempre, desgastado y corriente, a dónde solían ir la mayoría de hombres a embriagarse, aunque, para la mala suerte de Amelia, su padre era la persona que mayor frecuentaba aquel lugar, y eso todo el lugar lo sabía, y tan bien sabían la cantidad de deudas que tenía gracias a ese lugar y probablemente en otros más, con en el local de Eugine

Prohibided {Bridgerton - Simón Basset} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora