Sangre por espinas 【Parte I THFYS】

Capítulo 9

Perdón por publicarlo tan tarde. Se me borró por una tormenta. Intentaré publicar el siguiente dentro de poco, pero está siendo un caos con las vacaciones.

Capítulo largo por esperar tanto.

A leer :D

Mini maratón: 2/2.

—Ni de coña —le dije a Cris cuando me mostró entusiasmada un mini vestido negro de cuero.

—¿Por qué no? —protestó.

—Para empezar, porque es horripilante. En segundo lugar, porque soy vegetariana y nunca me pondré algo de cuero...

—Nunca digas nunca —murmuró. La ignoré.

—..., y, en tercer lugar, porque ¡no me cabe!

—Bueno, ¡no es mi culpa que comas tantas hamburguesas!

—¡No como hamburguesas! —protesté—. Al menos, no de carne. Son las que más engordan.

—Pues están muy ricas.

—Lo estarán, pero paso de comerlas.

—¿Por qué?

Puse los ojos en blanco. Esa conversación la habíamos tenido como quince veces durante las comidas en la cafetería. Mientras Jake comía pizza barbacoa. Y luego protestaba de que a mí me gustara la de verduras y la cuatro quesos.

—Ya te lo he dicho millones de veces: me da pena comer animales muertos.

—Pues...

—Déjala ya —le espetó Diya, que acababa de entrar con el cabello mojado de natación, mientras se deja caer en la cama—. No sé qué manía tienes con lo que comen y no comen los demás.

—Es para cuando vivamos todos juntitos.

La miré con el ceño fruncido.

—¿Cuando vivamos todos juntos? —repetí.

—Sí, eso he dicho.

—¿Vamos a vivir todos juntos?

—Molaría. Todos en un apartamento de lujo en Seattle. ¡O en Nueva York! Andrew tiene uno en Nueva York.

—Sí, pero es enano —le recordó Diya, pasándome una lata de Nestea—. Tiene cuatro dormitorios a lo sumo. No cabríamos.

—Bueno, tú, Daria, Emma y Ashley en un cuarto. Y Jayden y Jon en otro.

—¿Y vosotras dos? —preguntó Diya, señalándonos.

Yo le di la razón llevándome la lata abierta a la boca.

—Yo puedo dormir con Brandom. Y Hasley con Jake.

Me atraganté con el líquido y empecé a toser como loca. Diya me dio golpes en la espalda. Cuando me recuperé, me volví hacia Cris mirándola como si se le hubiera ido la olla.

—¿A ti se te ha ido la pinza o qué?

—¿Qué? No me niegues que hay tema entre vosotros dos.

—¡Es que no lo hay! —protesté poniéndome en pie.

—Sí que lo hay. ¿No te acuerdas lo que dijo esta mañana cuando ibas solo con una camiseta? «Por mí vístete así todos los días».

Me agarró de los hombros y me sacudió con fuerza.