POV CALLE
Poché me recoge desde donde estoy sentada. Entierro mi rostro en su cuello mientras sigo llorando. Las lágrimas no se detienen. Cuando abrí esa caja y vi la hermosa pieza que me había conseguido, la culpa me abrumó. Le había mentido sobre Teddy y no había sido sincera sobre el Supermercado. La tiara es sólo un recordatorio de esas cosas para mí.
—Me estás matando aquí, nena. Te prometo que, sea lo que sea esto, puedo arreglarlo. Lo arreglaré. —Sus manos me frotan la espalda. Sólo me hace llorar más porque sé que tiene razón—. Tienes que calmarte. Esto no es bueno para ti. O para el bebé. —Asiento de acuerdo pero sigo llorando.
—No puedo hacer que se detenga —Tengo hipo en su cuello—. Te he mentido. Lo siento. No sabía qué más hacer. —Sus manos dejan de moverse por un segundo—. Vas a tratar de despedir a la gente que sólo seguían mis ordenes. Lo arriesgué todo cuando yo lo sabía. —Lo dejo salir mientras estoy en una buena racha. Moqueo, limpiando mi nariz en su camisa. La preocupación me llena, pensando en cómo reaccionará a esto.
—Puedes mentirme. Está bien. —ofrece después de un minuto.
—Deja de intentar hacerme reír.
—¿Esto es por el lingote de oro? Lo olvidé. Lo conseguiré a primera hora de la mañana. —sigue adelante—. Quise conseguir el millón en efectivo, pero me olvidé de preguntarte cómo lo querías... Después del lingote de oro pensé que lo querrías en billetes de dos dólares y eso llevará algún tiempo. —Me inclino hacia atrás para mirarla. Me limpio el rostro con el dorso de la mano. Sé que intenta hacerme reír.
—Promete que no despedirás a nadie, —presiono. Deja salir un largo aliento. Sé que no quiere estar de acuerdo, pero no puedo dejar que Layla se meta en problemas por esto. Ella estaba siguiendo las órdenes que yo le había dado. No ha hecho nada malo. Me ha protegido en cada paso del camino.
—¿Es Layla? —asiento con la cabeza—. No la despediré.
Moqueo. Siento una gran sensación de alivio ante sus palabras. Sabiendo que cuando Poché dice algo, se pega a ello. Que nunca se retracta de su palabra, especialmente a mí.
—No puedo ir a la beneficencia porque empeñé las joyas que me conseguiste. —dejé salir las palabras que he estado aguantando. Es la primera de muchas cosas que tengo que confesar, pero es un comienzo.
—Al menos dime que Layla te llevó a un lugar agradable para hacer esto.
—Encontré un lugar muy bonito. Ella no sabía lo que estaba pasando hasta que yo ya lo estaba haciendo.
—¿Es por esto que estabas en casa de Meierotto?
—¿Layla te lo dijo? —estoy algo sorprendida.
—No. Aparentemente Layla no me dice una mierda. Francés me dijo cuando pensó que había encontrado un nuevo joyero. Pensé que tal vez habías ido a buscar un regalo o algo así.
—¡Eso lo hace mucho peor! —Mis ojos empiezan a lagrimear de nuevo. No sabía que los joyeros cotilleaban—. Pensaste que te estaba comprando algo y que estaba empeñando el regalo que me diste. —Poché me besa. Suspiro contra su boca. Las lágrimas se
detienen.—Ahora, sigue adelante. Sabes que no me importa que me consigas nada. Sólo te he querido a ti. —¿Cómo pude haberle mentido a esta perfecta mujer?
Respiro profundamente, sabiendo que esta próxima confesión va a doler más que la primera. Poché espera pacientemente a que se lo diga. No me empuja antes de que esté lista. —Empeñé las cosas que me disté porque necesitaba el dinero para dárselo a Teddy. Pensé que había cambiado de opinión y quería darle el beneficio de la duda. —Una lágrima se me escapa del ojo, al darme cuenta de lo ingenua que he sido—. Lo siento. Nunca sabrás cuánto lo siento de verdad. —Empiezo a llorar de nuevo.
—Por favor, no llores por Teddy. No estoy enfadada contigo. —Sigo sacudiendo la cabeza. —Estaba tan equivocada. Debería haber sabido que todo era un montón de mentiras. Que estaba tratando de hacerme creer que me engañabas y que su trato se había arruinado.
Poché vacila.
—¿Poché?
—No te engañaría. —dice, tratando de distraerme de la otra cosa que dije.
—Ya lo sé. —Lo miró fijamente. Derramé todo y ahora es su turno.
—Siempre estoy vigilando a Teddy.
Levanto la mano para abrazar a Poché. —Por supuesto que sí. Ha estado jugando con nosotras dos.
—Usando cosas contra nosotras que sabe que puede.
—¿Le has estado pagando para que se aleje de mí? —digo lo que Poché no quiere porque es la verdad.
—Sé que quieres que diga que estuvo mal por mi parte, pero no te voy a mentir más sobre esto.
—No estuvo mal. ¿Cuánto dinero te costo para que se aleje de mí, Poché? —hago la pregunta de la que ya sé la respuesta. Teddy siempre pone el dinero primero. Poché siempre me pone a mí primero.
—Haría cualquier cosa por ti.
—Ya lo sé. Lo sé. Sólo esperaba que estuviera mejor. Que yo podía mostrarte que había cambiado y que podría volver a estar bien.
—Si eso es lo que realmente quieres, le daré dinero. Puede entrar en razón.
—No. Por favor, no. Creo que sólo conseguiría que lo maten más rápido. —Es una verdad difícil de afrontar, pero es una que tengo que afrontar—. No quiero más mentiras o medias verdades entre nosotros. Me ha estado volviendo loca. No dejaré que Teddy nos arruine. Siento no haberte contado todo desde el principio. Prometo que no lo volveré a hacer.
—¿Quieres que te haga la misma promesa? —le sonrío a Poché. Ella sabe lo que necesito a veces incluso antes de que lo haga.
—No. Creo que prefiero que hagas lo que crees que se debe hacer. Puede que sea un poco cobarde por no querer saberlo, pero...
—No te llames cobarde. Soy tu esposa. Todo lo que quiero hacer en la vida es amarte y protegerte.
—Lo sé. —me inclino hacia arriba, rozando mi boca contra la suya—. Todavía necesito ese millón de dólares. —río contra su boca. Ella me silencia con un beso.