POV POCHÉ
—¿Estás bien? — le pregunto a mi esposa por centésima vez. Ella me da una sonrisa apretada y la misma respuesta.
— Sí. Estaré bien.
No estoy segura de que esté tratando de tranquilizarme o de tranquilizarse a sí misma.
—Desearía que hubiéramos elegido un lugar menos público. —miro alrededor del restaurante del centro con cierta consternación.
—Será menos probable que explote. —aconseja Calle.
Ella conoce a su hermano mejor que yo. Después de que hiciéramos el amor, Calle dijo que deberíamos enfrentarnos a Teddy juntas. Ahora que los secretos han salido a la luz (y las joyas han sido recuperadas), teníamos un frente unido.
Me gustaría darle una paliza, pero dudo que la violencia física vaya a hacer que Teddy cambie su forma de actuar. Ya lo han internado en el hospital por el dinero y aún no puede controlar sus hábitos de gasto. Lo que le va a doler es que Calle deje de darle dinero…oh, tal vez no emocionalmente. Es un sociópata o no le estaría haciendo esto a su propia hermana, pero económicamente será doloroso. La falta de fondos también dañará su orgullo, el cual puede ser el mayor daño que Calle pueda llevarle a la cabeza del imbécil. Al principio, le ofrecí que se quedara con el millón. Él lo gastaría en seis meses, pero sería
lo último que le sacaría a Calle.Ella dijo que no. Siempre volvía y por eso debíamos cortar el cordón ahora, lo que significaba recuperar el dinero. Calle invitó a Teddy a cenar con la promesa de más dinero. Mientras tanto, Layla irrumpirá en la habitación del hotel de Teddy y se llevará el dinero.
Teddy llega treinta minutos tarde, pero ya lo habíamos previsto. Casi puedes ajustar tu reloj por lo consistente que es como un imbécil.
—Está aquí —le digo a Calle. Le mando un mensaje a Layla, quien responde que ya está en la habitación del hotel. Por supuesto que lo está. Contrato a gente competente.
Estoy de espaldas a la pared de la esquina de la cabina mientras Calle está sentada en el borde. Observamos a Teddy maniobrando por la habitación. Le gusta el lugar. Parece un rico de los de antes. Puedo verlo marcando a las víctimas en su cabeza.
Calle avanza hacia la luz y agita su mano para llamar su atención. Con las manos en los bolsillos, él camina hacia ella como si no le hubiera tomado un millón de dólares y la hiciera pasar por una singular tensión y agonía.
—Hola, hermanita. Sabía que querrías despedirme.
—Sí, lo sé. Siéntate.
Es cuando se sienta al asiento que me ve. Le doy un saludo. Él frunce el ceño.
—¿Qué demonios, Calle? Pensé que esto era una reunión familiar. —Extiendo la mano y cubro la mano de Calle con la mía—. Y yo soy su familia y lo he sido desde que estaba en el noveno grado.
—Presume más de ello, pervertida —Teddy responde con furia. Empieza a levantarse, pero Calle extiende la mano.
—Teddy, por favor. Quiero darte algo.
Se queda parado y como la atracción del dinero es demasiado para que lo rechace, toma asiento. —¿Qué?
—Comamos primero.
—No tengo hambre.
Es como un maldito niño. Lo ignoro y le hago señas a la camarera. —Tomaremos una tabla de embutidos y quesos, deslizadores de carne, pimientos shishito y…
Calle me da un codazo. —Papas fritas con sal marina, por favor. Me muero por eso.
—¿Un antojo? —Teddy pregunta.
