EPÍLOGO 2

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POV POCHÉ

—Feliz cumpleaños. —deslizo mi mano por debajo del edredón sobre el delicado tobillo de mi querida esposa.

—Mrmrmrmrm —murmura en su almohada.

—Las niñas están desayunando con la niñera —respondo.

—¿Mmmrmrmmg? —viene su respuesta apagada.

Mis dedos se deslizan por la pantorrilla, se sumergen en la parte posterior de la rodilla, y luego en la parte inferior del muslo. Sus piernas se separan casi automáticamente. Me sumerjo en la parte caliente y estrecha de su sexo. Ella gime de nuevo.

—Shh. Solo un poco —le aseguro. Trabajé duro con ella anoche y en las primeras horas de la mañana, llevándola hasta el límite una y otra vez, sólo para hacerla retroceder e iniciar el proceso. Cuando le permití correrse, estaba arañando las sábanas y al mismo tiempo maldiciéndome y llamándome Dios. Su orgasmo duró mucho tiempo. Hacia el final, sentí como si estuviera follando un tornillo de banco. Sus paredes se cerraron tan fuerte que pensé que mi polla se rompería. Fue increíble. Estoy seguro de que el niño número tres se está formando ahora mismo.

Pero su pequeño coño necesita descansar, así que sólo le doy un golpe más antes de retirarme.

—Eso fue muy bueno —dijo, dándose la vuelta sobre su espalda.

Me dejo caer a su lado y deslizo un regalo bajo su almohada—. De hecho, te sentiste muy bien. El hada de cumpleaños te trajo algo.

—Puedo sentirlo —me da una palmadita en mi erección.

—Mejor ten cuidado o vas a tener que hacer algo con eso —advierto.

—Todas estas promesas —chasquea su lengua— y tan poco cumplimiento.

Rápido como un relámpago, me doy la vuelta y le pongo los brazos encima de la cabeza. —Mujer, si no te detienes, te van a pasar cosas que tu cabeza puede querer, pero tu pobre coño no.

Ella me bate sus pestañas. Gimoteo y me dejo caer a su lado, con miedo de que pudiera ceder.

—Todos estos tormentos sexuales no tienen ningún poder sobre ti. Te excitan —me quejo.

—Sí —sonríe sin arrepentirse

Joder, me encanta esta mujer.

—Te traje un regalo de cumpleaños. Está debajo de tu almohada. —doblo mis brazos bajo mi cabeza y espero.

Ella busca bajo la almohada y saca la barra de oro de 1 kilo que escondí. Tiene la casa de la moneda grabada en el oro junto a su cumpleaños. —Poché.

—Calle.

—Poché.

—Calle.

—Dije que quería un lingote de oro. Como en singular y ahora tengo… —Su ceja se arruga mientras trata de recordar cuántos ha acumulado— Bueno, ¿no se supone que debes darme regalos durante los días importantes?

—Es tu cumpleaños. Eso parece importante.

—Me diste un lingote de oro la semana pasada para celebrar el décimo año de caminata por el parque Bryant.

—Lo sé. Fue muy especial. —me limpio una lágrima falsa.

Me golpea en el brazo con el lingote de oro. Hago como si me doliera.

—Ay, nena. Eso de ahí es oro macizo.

Deja caer la barra en la sabana y se inclina para frotar el no-muy-adolorido lugar.

—Me duele más abajo —le digo.

Me da otro golpe por eso. Le doy la vuelta, tiro el lingote de oro al suelo y empiezo a hacerle cosquillas. Grita de la risa. La callo con mi boca y tengo mi mano en su cadera cuando dos seres pequeños saltan sobre mi espalda. Libero a Calle y trato de luchar contra los pequeños terrores. —¿Quiénes son estas bestias?

—Mami, soy yo —grita Anto, mi hija mayor.

—Es el prirawta mwerto wobewt —gruñe Emma, mi pequeña.

Continúa golpeando mis hombros con sus pequeños puños de tres años mientras Anto se ha arrastrado hasta el regazo de su madre.

—Es el Pirata Muerto Robertssssss —corrige Anto.

—Es prirawta mwerto wobewthththth —repite Emma.

Meto mi cara en la almohada y me río, los hombros me tiemblan tanto que Emma se cae. Me concentro y compongo mi rostro antes de sentarme y tirar de mi niña a mi regazo.

—Ella no lo dice bien, mami —lloriquea Anto.

—No tiene dientes, Anto —explico.

—Teeeeengo dwieentes —protesta la pequeña. Ella muestra sus dientes de leche.

—Sí, y muy finos también —Calle asegura al bebé.

No sé cómo mi esposa mantiene la compostura frente a estas niñas. Casi estoy moliendo mis muelas hasta convertirlas en polvo para no reírme cada diez minutos, pero Calle me dijo que tengo que fingir que soy seria para no causar herir sus sentimientos. Una vez me reí cuando Emma me contó cómo le dolía el traserito por toda la sesión que tenía que hacer frente al televisor. Intenté decirle a Emma que no tenía que ver la televisión ni sentarse mientras la veía, pero ella dijo que era lo que había que hacer. Si los personajes de la pantalla van a cantar y bailar para ella, lo menos que puede hacer es sentarse bien porque ¿no es eso lo que le enseñamos?

—bwnows dwias, mami —dijo.

Siento a Emma en mi regazo y beso su cabeza con aroma dulce. Mis ojos se enfocan en Calle. —Gracias —digo.

Inclina su cabeza y pregunta. —¿Por qué?

—Por darme todo esto. —muevo mi mano señalando a mis dos niñas.

—Tú me has dado esto. —asiente con la cabeza hacia el lingote de oro—. Parece un trato equitativo.

—¿Estás bromeando? No hay suficientes lingotes de oro para pagar por una vida como esta. ¿Dos hijas saludables, una esposa que me ama, suficiente dinero en el banco para asegurar que mi familia no quiera nada? Es un tesoro precioso e incalculable.

—¡Mami, quiero un lingote de oro! —anuncia Anto, sosteniendo el brillante regalo con dos manos.

—¡Yoww tambwién! —Emma alardea. Intenta quitarle la barra a su hermana, pero se cae de cara en las mantas.

Cubro mi cara con un brazo mientras llevo a la niña hacia arriba. Calle chasquea su lengua.

—Lo siento —digo con dificultad.

—Eres incorregible.

—Sí.

—Pero aún te amo.

—Más te vale —amenazo.

—Lo hago— se levanta sobre sus rodillas y se inclina para darme un beso. Le devuelvo su amor, sin importarme que estemos aplastando a nuestras dos chicas entre nosotras porque esto es importante...esta bendición de nuestro continuo, y duradero amor.

Ella todavía me ama y yo todavía la amo...por siempre y para siempre.

FIN

AÚN TE AMO (GIP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora