POV CALLE
Hago mi pedido en la mesa astillada esperando a que Teddy llegue. Se me está acabando el tiempo. No sé por qué me envió un mensaje de texto con tanta prisa, pidiéndome que me reuniera con él, si sólo iba a llegar tarde. Es típico de él, pero sigo esperando, sabiendo que, si me voy, sólo volverá a llamar. El camarero viene, dejando mi café.
—¿Algo más que pueda hacer por ti?
—No, gracias, —digo. Ni siquiera voy a beber esto. No me importa el café, pero sentí que necesitaba pedir algo si iba a ocupar la mesa. Reviso mi reloj otra vez. Era un viaje de veinte minutos para llegar a esta parte de la ciudad. Tenía que asegurarme de aventurarme a salir para no encontrarme con nadie que conociera.
Mi cabeza se sacude cuando suena el timbre de la puerta. Mi hermano entra como si tuviera todo el tiempo del mundo. Quiero gritarle, pero eso sólo me ocupará más tiempo del que tengo. Veo a Layla, que está sentada en una cabina de esquina tocando la tapa de su reloj, recordándome la hora. Le respondo con la mirada, sin querer que Teddy sepa que he traído a alguien conmigo.
Layla va a todos los lugares donde voy. Es para lo que le paga mi esposa. Lo que Poché no se da cuenta es que, aunque Layla sea pagada por ella, a menudo se salta las normas por mí. Puede que ella la haya contratado, pero sigue siendo mi amiga.
Me paro mientras Teddy se acerca a mí. Me envuelve en un fuerte abrazo, levantándome de mis pies. Sonrío, abrazándolo fuertemente. Con el paso de los años, he empezado a sentirme como si yo fuera la mayor. Parece como si siempre tuviera que sacarlo de los problemas. Trato de saborear momentos como éste cuando me abraza como solía hacerlo cuando éramos niños. Siento como si tuviera a mi hermano mayor de vuelta, el que perdí hace mucho tiempo.
—Te sientes un poco más pesada. ¿Ya te has quedado embarazada? —Por dentro me avergüenzo. Mentiría si dijera que sus palabras no me cortan profundamente. Me pone de nuevo de pie.
—No, supongo que estoy comiendo demasiado. —Fuerzo una sonrisa como si sus palabras no me hicieran daño. Me siento en la cabina. Él se sienta al otro lado, robando el café de delante de mí. Dejé que lo tomara porque no lo quería para empezar.
—Te ves bien. Aunque hayas engordado unos cuantos kilos, lo llevas bien. —toma un sorbo del café—. ¿Alguna vez has pensado que no quedas embarazada porque Poché no es la indicada para ti? ¿Qué tal vez es la forma en que el destino se asegura de que no te embarques con ella? —Teddy sonríe mientras lo dice. Agarro mi bolso, me levanto para salir. Layla también empieza a levantarse. Teddy me agarra por la muñeca—. Lo siento, hermana. Siéntate. —Lo miró fijamente—. Por favor. —Lo fulmino con la mirada, haciéndole saber que no toleraré otra mala palabra sobre mi esposa.
—No lo hagas de nuevo, —le advierto antes de volver a sentarme en la cabina. Teddy sabe que sólo hay un límite estricto conmigo y ese es Poché. Entiendo que no se llevan bien pero no iba a dejar que Teddy hablara mal de mi esposa. Nunca dejaría que nadie hablara mal de la mujer que trató de darme todo lo que pudo. Él asiente con la cabeza para que yo vuelva a la cabina.
—Teddy. Sé que esto no es una visita social y llegaste tarde. Tengo una cena con Poché en un rato. —Hace unos momentos estaba emocionada de verlo y ahora su comentario sobre Poché ha contaminado mi humor y me ha dejado un mal sabor en la boca. También sé que no me citó aquí para una visita social. Estoy lista para que me diga lo que necesita de mí esta vez. O debería decir cuánto necesita de mí esta vez para sacarlo de cualquier lío en el que se haya metido.
—Un tipo no puede invitar a su hermana pequeña a tomar una taza de café? —Su cara se ablanda—. Te extraño.
—Yo también te extraño, —admito. Extiende su mano para que yo la tome. La agarro.
—No quise atacarte con Poché. —En realidad parece que se siente mal por un momento—. Acabo de oír una mierda que no me gusta, así que quería comprobarlo contigo.
—Está bien. —Cuando se trata de mi esposa, siempre estoy feliz. Soy yo la que se queda corta últimamente—. ¿Qué has oído? No puedes creer en los chismes. —Pongo los ojos en blanco. La gente intenta decir cosas estúpidas a veces. Fue difícil para la gente entender el hecho de que Poché ha estado locamente enamorada de mí desde el instituto cuando podría haber tenido un millón de mujeres que encajaran mejor en su mundo. No nací con dinero. Poché me tiró sobre su hombro y me metió en esto.
—Que te hizo firmar un acuerdo prenupcial. —Me siento allí en estado de shock—. Por tu rostro, es verdad.
—Tal vez. —retiro mi mano.
—¿Tal vez?
—Poché me hizo firmar un montón de cosas cuando nos casamos. —recuerdo que había seguros que iban desde los de salud hasta los de vida. Todo lo que me tomé el tiempo para mirar fue por mi propia seguridad. Entre la planificación de la boda y la graduación, pasaron muchas cosas. Si Poché me pedía que firmara algo lo hacía. Le confío a la mujer mi vida. Sé que ella nunca haría nada que no fuera en mi mejor beneficio.
—Me suena sospechoso si ni siquiera lo sepas. —se encoge de hombros.
—No importa. No nos vamos a divorciar. —Al menos nunca dejaría a Poché. No creo que me dejaría si no fuera capaz de darle hijos. O si se enterara de que me he estado escabullendo con mi hermano.
—Vale. Sólo pensé que deberías saberlo.
—¿Es por eso que me llamaste aquí?
—Eso y que te extrañé. —me sonríe. No pide nada. Extiendo la mano, agarrando la suya.
—Yo también te extraño. Tengo que irme, pero hagámoslo de nuevo cuando ambos lleguemos a tiempo para que podamos pasar el rato. —Tal vez ha cambiado.
—Suena como un plan. —se levanta de la cabina, dejando caer un billete cinco sobre la mesa por mi café. Me da otro abrazo fuerte—. Te quiero.
—También te quiero. —Un peso se me quita de encima y sonrío. Las cosas podrían estar mejorando. Intento que mi mente no se pregunte si mi esposa también me está ocultando cosas.
