PROLOGO (*)

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Cuando Zehirli tenía siete años, decidió que cuando fuera mayor sería normal. Le dijo a sus hermanos que lo lograría con la ayuda de ellos. También, muy emocionada se lo contó a su hermosa madre. Ella reacia a la extraña decisión de su hija, la condujo por toda la casa para sentarla en la camilla que se encontraba en su cocina especial.

—¿Normal? —mofó su madre al ver el brillo de ilusión en los ojitos verde esmeralda de Zehirli. —Tú no puedes ser normal, Zehi. —Inclinó la cabellera roja hacia adelante como si le contara un secreto a su hija. —Siempre serás una anomalía. —expresó la palabra "Anomalía" como si fuera algo de más impresionante.

Su madre estaba recolectando y organizando todos los ingredientes que esperaba utilizar para enseñarle a su hermana lo que, según ella, necesitarán saber en un futuro.

¿En le serviría a ella saber sobre ingredientes secretos?

—Las anomalías son como los muñecos raros que hace papá —protestó Zehirli juntando sus manitas pálidas en su regazo. —O como lo qué haces tú. —Había espiado a sus padres el suficiente tiempo como para saberlo más que cualquiera de la casa.

A veces, su padre la regañaba por hacerlo, pero siempre lo hacía con una sonrisa que terminaba haciendo sentir a Zehirli extraña. El padre la consentía mucho, pero siempre quería que ella estuviera ocupada con sus profesores. Al igual que sus hermanos.

—Esos son anomalías falsas —respondió—. Las anomalías de verdad son como tú y tus hermanos.

En realidad, sus hermanos y ella se parecían muchísimo. Algunas veces, la misma Zehirli se sorprendía al ver a su hermana o a su hermano parecerse tanto a ella. Eran como gotas de agua. Pero solo era físicamente, porque mentalmente cada uno producía su verdadera virtud, tal y como sus padres deseaban que fueran. Mientras los tres contenían el cabello rojo fuego de su despampanante madre, sus ojos verdes esmeralda fueron heredados de su padre.

Ella era una mezcla de la actitud de su padre y de su madre, pero ella era más, mucho más. Su padre siempre decía que ella era demasiado para tan poco, por eso tardaba más tiempo con los profesores que sus hermanos. Zehirli no comprendía el porqué de eso, algunas veces, sin que sus profesores la vieran ella se escapaba de las bibliotecas. Cansada de tantas clases.

La madre de Zehirli terminó de ordenar el estante de sus ingredientes y se volteó hacia su hija.

—Las anomalías no son normales, mamá. —replicó Zehi escéptica. Cómo lo explicaba su madre, las anomalías no podían integrarse con las personas, ni siquiera podían ser libres. Por más que su padre quisiera explicarle, ella sabía que de ninguna manera lo eran ¡no se comportaban como les había enseñado su profesora! En varias ocasiones llegó a sentirse mal cuando se dejaba llevar de la locura de su hermano. En ocasiones, se preguntaba si ellos de verdad eran anomalías como decía su madre. Pero estaba segura de que ella dejaría de serlo.

Por alguna extraña razón, su madre sonrió.

—Algunas veces me pregunto cómo puedes ser tan distinta.

Zehirli, la mayoría de las veces no entendía nada de lo que su madre o padre decían. Otras veces estaba completamente consiente de lo que decían. Pero sin duda, esta no eran una de ellas. De todas maneras, siguió esperando que su madre continuara hablando. La madre de Zehirli le había dicho que el mundo solo estaban sus hermanos y sus padres. Nada más. Y cómo había escuchado de los hijos de los sirvientes que ellos tenían tíos, tías, primos y abuelos.

Las preguntas surgieron ¿por qué ella no tenía de esos? ¿Necesitaba tenerlos para ser normal? ¿Cuánto le costaría?

—Papá dijo que soy muy curiosa. —sugirió Zehirli.

—Mucho —Le acarició las mejillas rojizas a su hija. —Curiosa, inteligente y terca.

Antes de que Zehirli tuviera la oportunidad de sacarle más información, su madre se volteó para arrastrar una mesa que quedara justo en frente de su hija. Donde la mesa casi podía tocar las lindas rodillas de Zehi. Dos frascos que contenían diferentes líquidos de colores estaban en la mesa, acomodados a un lado de una pequeña criatura.

Una rata.

Sintió cómo se le ponían los pelos de punta al ver aquel animal. Qué, aunque ella ya sabía que su madre hacía sus recetas con varios tipos de animales, no supo el porqué de esa reacción tan diferente a las de siempre.

Cuando su madre vertió los dos líquidos en un envase transparente con el que claramente podía ver cómo los dos líquidos se unían entre uno solo. No le sorprendía como lo hacía su hermano, ya que su misma madre la obligaba a replicar sus recetas siempre lo cual era la mejor haciéndolo.

—Mamá, sé lo que harás —admitió Zehirli. Su hermano mayor lo hacía llamar preparación, le había explicado un poco en una de sus clases cuando tenían cuatro años. Podía recordarse de cualquier cosa que su hermano o hermana le explicara, pero sus habilidades para retener toda esa información había sido "regalo" de su padre.

Su madre revolvió la mezcla para luego sostener a la rata en una de sus palmas y el frasco en la otra. La niña vio cómo la rata comenzó a retorcerse en la mano de su madre cuando unas pequeñas gotas del líquido hicieron contacto con la boca del animal, ella sabía lo que su madre estaba haciendo.

Pero eso nunca dejaba de sorprenderla.

—¿Puedo hacerlo yo? —preguntó. —¿Puedo hacerlo con mis propias recetas, mamá?

Las recetas que Zehirli solía hacer, eran tan extrañas que ni siquiera ella lograba entender. Pero al mostrárselas a su padre, este siempre le expresaba lo impresionante que ella llegaba a ser. Pero de igual manera su padre le arrebataba sus ingredientes. Siempre. Así que empezó a mantenerlos en secreto.

La niña sostuvo la rata en sus pequeñas manitas mientras que con ayuda de su madre, vertía casi todo el contenido en el animal.

—No —La corrigió si madre.—Hazlo como lo acabo de hacer, pequeñas cantidades—Arrojo en cuerpo totalmente inerte del ratón a la basura. —Como la anomalía que eres, Zehirli.

"Yo no soy una anomalía" pensó la niña. "Zehirler me dijo que no lo era" Su hermana siempre se lo repetía.

Zehirler era la persona que más amaba al igual que a su hermano. Si Zehirli quería escaparse por las noches a escondidas de sus niñeras, el primero que se ofrecía a cubrirla era su hermano. Con su hermana las cosas eran distintas, pero a pesar de que siempre intentaba replicar a cerca de las travesuras de Zehirli, ella siempre terminaba cediendo.

La niña todavía sosteniendo el envase del líquido, que apenas hacer contacto con cualquier ser vivo, podría deteriorar en segundos. Se dirigió al estante donde su madre siempre tiene sus demás pócimas, vertiendo el líquido que meses antes la había llenado de intriga.

En cuestión de medio segundo, el líquido anteriormente mortal y tóxica se había convertido en simplemente agua.

Zehirli esbozó una sonrisa afectuosa.

—Como la anomalía que eres —repitió con orgullo y aprobación, para añadir—:Ese ingrediente juega un gran papel, Zehi.

—¿Un papel? —preguntó la niña. Con sus dos profesoras favoritas, discutían siempre sobre los papeles importantes.

En su pequeña familia, sus padres siempre discutían sobre papeles extraños, ella nunca supo de cuáles. Tenía en mente escabullirse con su hermano en las cocinas de sus padres para averiguarlo. Pero su padre siempre tenía todo asegurado, Tehlikeli que era el mejor en abrir las cerraduras de su madre, hasta ahora no ha podido con las de su padre.

—El tiempo —dijo la madre—. ¿Te han dicho tus profesores lo qué significa eso? —El cuarto de paredes totalmente en blanco se había quedado en silencio. Pero eso era todo lo contrario a la mente de Zehirli que siempre, como decía su padre, estaba en constante funcionamiento.

Zehi asintió con la cabeza. Pero de todos modos su madre lo dijo.

—Significa que si tienes un propósito no debes acelerarlo —continuó—. Siente como tus víctimas para que sepas cómo destruirlas, dales el tiempo de agonizar.

—Eso no es normal, mamá.

—Zehirli, entiende que tú nunca serás normal. Jamás intentes volver a pensar en eso.

SIBILINO [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora