Capitulo 11(*)

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"Tantos cuentos de hadas y princesas encerradas en castillos y ni uno habla de la princesa que se tortura para salir."

—¿En qué diablos estabas pensando al hacer eso? —Inquiere Diamond cerrando la puerta del baño al que me acaba de meter a la fuerza. —Es que no usas la puta cabeza ¿cómo se te ocurre tocar esa mierda? ¿Estás loca?

Le lanzó una mirada fulminante.

—A ti qué te importa eso ¿eh?, si me metía en algún problema era asunto mío, no tuyo maldito imbécil —me acerco a él. —Y no te atrevas a tratarme como a una puta niña.

Resopla.

—Así es exactamente cómo te comportas ¡como una maldita niña de seis años! ¡¿Qué tienes problemas mentales?!

Me enfurezco.

—¡Probablemente no tan graves como los de Devon! —le gritó sin poder controlarme.

—¡Maldita sea! ¡¿Por qué lo se lo dices directamente cuando le haces ojitos o cuando lo tratas mejor que a mí y a Dominik?! —explota completamente. —¡Te retó a que lo hagas, Phoenix!

—¡Por supuesto que lo hago! —intento pasarle por el costado. —¡Apártate de mi maldito camino, Diamond!

A estas alturas nuestras respiraciones agitadas y descontroladas se mezclan una a la otra. Estamos tan cerca que si doy un paso hacia delante mi cabeza podría apoyaste en su pecho ¿por qué no hacerlo? ¿Descansar todo mi cuerpo en el suyo? Apostaría lo que sea a qué debe de sentirse como una maravilla estar apoyada de Diamond.

Pero es un idiota.

—No, no me apetece dejarte salir.

Mis ojos se oscurecen por culpa de la rabia y la maldita irritación que me causa la puta indiferencia de Diamond. Lo detesto como todo mi ser.

—Si no te apartas ahora te juro que...

Enarca una ceja mientras su comisura se alza formando una sonrisa ladina.

—¿Qué? —reta. Sus manos sorpresivamente se apoyan de mi cintura. Mis nervios se disparan mientras me acerca más a su cuerpo. —¿Qué piensas hacer, Phoenix? —susurra. Su aliento rozando mis mejillas.

No contesto, ¿cómo lo haría? Estoy completamente paralizada, solo puedo recorrer su rostro con mis ojos. Anhelo y deseo sé mientras en sus pupilas, sus ojos grises se oscurecen. Mierda, si no fuera tan idiota podría aceptar que es jodidamente hermoso.

Sonríe con la maldad pintando su rostro.

—¿Qué pasó? De un momento a otro te quedaste muda, ¿te sientes mal?

Trago saliva sin poder contestarle a causa de la maldita intensidad de su mirada. Maldita sean las miradas de los Steiger, tan malditamente jodidas como para hacerte sentir que eres de su propiedad, dándoles el acceso completo a tú comente y cuerpo.

Maldita sea.

—Diamond, déjame ir —logro suspirar, pero no le importa.

Tomándome por sorpresa me levanta del suelo. Suelto un gemido de sorpresa. Por inercia envuelvo mis piernas a cada lado de su cintura, mientras suavemente deja caer mi cuerpo en la base plana del lavamanos.

—Justo así es como te quiero, Phoenix. —mi cuerpo se contrae al sentir en suyo como encaja con el mío perfectamente. Su bulto malditamente rozando peligrosamente mi entrada, que como era de esperarse, está palpitando.

—Diamond —jadeo cuando la fricción de su bulto se entierra en mí.

Sonríe.

—Su hubiera sabido antes que tus palabras se detienen con solo tenerme cerca, no tendría que haber perdido tanto tiempo soportando tu boca imprudente —Me estremezco cuando vuelve a moverse. Estoy tan sensible que apenas si puedo pensar. —Me encanta ponerle control a tu cuerpo, Phoenix.

SIBILINO [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora