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En un oscuro bosque, una negra capa y sombrero puntiagudo ocultaban a la ágil figura que buscaba refugio. Las nubes comenzaban a cubrir el cielo e impedir que la luz de la luna alumbrará aunque sea un poco su camino.

Apuraba el paso tratando de dejar atrás aquellos misteriosos y terroríficos sonidos que la noche traía consigo. Siguió su camino hasta que divisó al final del mismo una cabaña. Apenas tocó la puerta, está se abrió y le permitió el paso. Cerró tras de si y suspiró pues ya estaba a salvo.

—Llegas tarde.

—O quizá llegaste muy temprano.

—¿Clientes difíciles?

Me siguieron hasta aquí¿Serás bueno y los echarás de mi bosque?

—Sabes que si. – El invitado le guiñó y salió.

Esa fue la última vez que lo vió.

~∞∞∞~

Abrió los ojos al sentir la luz del sol chocar con su rostro. Se tomó un momento antes de levantarse e iniciar con su rutina diaria.

Un poco de agua y algunas hierbas se pusieron a hervir. El fuego de la estufa se encendió, una sartén tomó su lugar y un par de huevos se rompieron y dos piezas de tocino los acompañaron para freír se juntos. El resto de las cortinas se corrieron a un lado, dejando pasar más luz a la cabaña.

El castaño y delgado sujeto dueño de todo solo se sentó en el pequeño comedor a esperar sus alimentos. Bostezó un par de veces antes de que una taza de te y un plato con huevos fritos y tocino llegarán frente a él.

—Ah, falta la tostada... – Al instante una rebanada de pan entró en la tostadora. —¿Cuál es mi horario de hoy? – Una tabla se acercó para mostrarle las actividades del día. También en ese lapso, la tostada voló a su plato, aterrizando perfectamente.

Después de un delicioso desayuno, está vez con su muy necesaria tostada, se dio una manita de gato antes de salir. Un relajante baño de hierbas lo ayudó a terminar de despertar y tener la energía para el resto del día. Una vez limpio, ya lo esperaba su típico conjunto de ropa; una playera negra de manga larga transparente, unos pantalones oscuros con una de las rodillas raspadas, in abrigo largo negro sin mangas, tacones rojos y un sombrero amplio para protegerlo del sol.

—Y esta noche podremos volver a mostrar esa forma puntiaguda. – Antes de salir, se colocó una sombra morada y un labial negro.

Con tan solo una caminata de diez minutos, llegaba al pintoresco pueblo a las afueras de su bosque. Todos lo saludaban con una sonrisa, y él obviamente les devolvía el mismo saludo. Entró a una pequeña y tranquila cafetería, en donde fue saludado con aún más emoción.

—¡Buenos días señor Bright!

—Hola pequeñín.

—Pequeño Jack, tan guapo como siempre.

—Muchas gracias madame. – Y a ese saludo le agregó un guiño, haciendo sonrojar a la señora.

Pasó por el mostrador y recogió su cabello antes de comenzar a ayudar con las órdenes. Así de tranquila era la vida de Jack Bright entre los humanos. Si, tal como se lee, Jack no era humano.

Llevaba viviendo de esa forma desde hace varios siglos, sin envejecer y sin salir del bosque o del pueblo , pues no tenia la necesidad. Ese lugar se había quedado atascado en el tiempo y se podía notar en las recatadas ropas de todos los habitantes, siendo la única excepción las suyas.

Tampoco es como si las demás personas se dieran cuenta. Cada café preparado iba con algún ingrediente especial que les hacía ignorar ciertos detalles, el único efecto secundario era que, los hacía notar de más cuando había algún cambio, ese día fue la prueba de ello.

Noche de Halloween Donde viven las historias. Descúbrelo ahora