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Se colocó la bata de médico sobre su traje negro, tomo la tarjeta de acceso y el estetoscopio del cuerpo sin vida, saliendo del lugar. Caminó por los pasillos mezclándose con el personal del hospital, su trabajo era sencillo sacar a Ellen de ahí y el hecho que estuviera en la zona VIP lo hacía mucho más sencillo. Deslizó la tarjeta por el scanner de acceso e ingreso al elevador privado.

— Buenos días...— saludó una delgada chica de cabello cenizo bastante corto al entrar al ascensor un par de piso más arriba. El sujeto simplemente asintió sin pronunciar palabra.

Se mantuvieron en silencio hasta que el elevador les señalo su llegada al último piso de la edificación. Las puertas se abrieron, las dos personas dentro de la caja metálica caminaron a la salida a la vez ocasionando que chocarán estrepitosamente. El estetoscopio se resbaló de su cuello terminando en el suelo.

— Lo lamento...— se disculpó tomando el objeto del piso.

— Fue un accidente, lo siento soy un poco torpe...— dijo la chica saliendo del elevador después del sujeto.

Tomaron rumbos distintos, la peligris avanzó por el pasillos unos metros hasta las escaleras de emergencia, una vez estuvo segura que estaba lo suficientemente alejada y aislada, llevo su dedo hasta el auricular en su oreja y presionó el intercomunicador.

— Está aquí señor...— pronunció con voz clara, esperando la respuesta del otro lado del canal.

— ¿Estás segura? — cuestionó su jefe inmediato.

— Tiene la marca en su cuello...— observó las placas metálicas en su mano derecha. — sus placas de identificación militar tienen su símbolo distintivo... — fue muy fácil quitársela en el supuesto choque accidental. Como quitarle un dulce a un bebé.

— Bien despejen el edificio, déjenlo hacer su trabajo...— ordenó.

— Recibido señor...— apartó su dedo de su oreja. — Es la orden más descabellada que he recibido jamás...

Deslizó la tarjeta de ingreso en la habitación correcta, se topó con dos esbirros en el pasillo.  Les mostró su gafete de médico y le permitieron el paso, todo estaba saliendo a pedir de boca. Se recostó en la puerta tras cerrarla, ahí estaba su objetivo completamente dormida. Se movió rapido, tomo una silla y la coloco en la manija de la puerta eso dle daría unos segundos más. Podía escuchar su suave respiración, muy tranquila e indefensa, se acercó sacando del bolsillo de su bata la jeringa con el fuerte sedante. No se arriesgaría a que despertará y todo se fuera al caño, sus órdenes fueron claras ni un solo rasguño, así que darle un golpe y dejarla inconsciente no era una opción.

Una buena opción sería suministrarle el medicamento mediante la intravenosa que tenía en su brazo izquierdo, pero tomaría demasiado tiempo y según tenía entendido solo contaba diez minutos antes de levantar sospechas. Ese era el tiempo que el médico empleaba en checar a Ellen. Apartó la manta de su cuerpo, giró su cabeza dejando su cuello descubierto, esto sería rápido. Quitó la tapa de la jeringa con sus dientes y sujetándola del hombro, le clavó el aguja entre el hombro y el cuello, causando que Elle despertará por el dolor de la inyección.

Esos orbes tan diferentes le robaron por unos segundos la atención, nunca había visto unos así de raros. ¿Uno gris y otro verde esmeralda?  Mientras tanto la fierecilla le lastimó la cara con sus uñas en el intento de alejarlo de ella. La vio caer inconsciente segundos después del forcejeo, cuando el medicamento surtió efecto. Sonrió limpiando la sangre que surgía de sus heridas, lo que escucho era cierto esa pequeña humana era un peligro. Cuando escucho lo que fue capaz de hacer, le costó un poco creerselo, porque solo era eso, una humana muy pequeña y regordeta. Inofensiva.

Dimitri ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora