Capítulo IV

111 6 3
                                    


Inhala... exhala...

Mientras camino, luego de mi intento fallido de ser arrollado en la carretera, no dejo de pensar en todo lo que ha ocurrido desde hace algunas horas. Sin embargo, por más que lo intento no puedo recordar cómo fue que terminé muerto. Cuánto desearía poder saberlo.

Con el propósito de ahorrarme tiempo decido atravesar un callejón con el que sólo gastaría cinco minutos como máximo.

-Hey- exclama un joven de no más de dieciocho que se acerca junto al que parece ser su amigo a otro más chico.

-¡Hey, que te detengas garrapata! - volvió a gritar.

El chico al escuchar eso se queda inmóvil atendiendo a la orden del otro más pesado.

-¿Qué haces por estos lados tan sólo? ¿sabes que no deberías estar solo a esta hora, cierto?-Reclama el grandulón.

-Sí señor, solo quería llegar temprano a casa.- Responde con cierta cara de angustia.

-Ah, ¿y sabes por qué no deberías estar solo a esta hora?

-No, señor.- dice entre sus dientes.

-¿Que acaso tu mamita no te ha dicho que te puedes encontrar personas que te hagan daño?

-... - El chico guarda silencio mientras aprieta con más fuerzas el morral que llevaba.

-¡Responde mocoso! Dijo el amigo del grandulón mientras empuja al chico haciéndolo caer sobre un gran charco. -Ahora aprenderás a hacerle caso a la zorra que debe ser tu madre-.

Habían dos personas cruzando mientras ocurría tal escena que solo hicieron como si no pasase nada y siguieron de largo, y yo, yo me encuentro aquí, viendo perplejo lo que ocurre. ¡Que impotencia no poder hacer nada! Pobre chiquillo, intenta sujetar inútilmente su morral hasta que se lo desprenden. Solo escuché un gritillo agudo y corto que se calló mientras las dos ratas salían huyendo y gritando en medio de risas odiosas: —¡Por Inocente!, ¡toma por Inocente!

Inmediatamente me acerco al chico, y entiendo la razón del chillido. Le han apuñalado en el vientre y está botando demasiada sangre. Intento tapar su herida y ayudarle de alguna manera, pero ni siquiera su sangre me mancha. El niño solo llora y ora a Dios rogando que no le deje morir. -por favor, diosito, por favor- decía. ¡Si no puedo hacer nada por ayudarlo no estoy dispuesto a verle morir siendo yo casi un médico! Solo me levanto mientras un par de lágrimas caen de mis ojos y corro sin detenerme hasta llegar a la puerta de mi casa.

Siento que me estoy ahogando, así que me siento sobre el corredor. Puede que sea muy seco, pero ver a ese niño allí me ha hecho llorar como hace mucho no lo hacía y cada vez que me viene la imagen de ese chico desangrandose solo con la compañía de la luz de esa farola, me agito, y me ahogo. -Inhala, exhala, inhala, exhala, ¡calmate Alejandro!

28 De Diciembre: Santo E Inocente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora