~Por Nicole:
Le temo más a seguir viviendo.
Ella solo está allí, desplomada sobre el suelo por la gran bofetada que le propició Samuel. Nunca antes había visto que él hiciera algo como eso. Pero lo ha hecho. Él permanece inmóvil. Lo único que parece moverse son sus pulmones y sus orificios nasales que se expanden y contraen tras cada inhalación de aire. Es como un toro que ve con desprecio al torero que acaba de enterrar sobre su lomo una gran espada, ante los ojos de toda una plaza que grita conmocionada. Esa espada ha sido acusar a Luciana de homicidio.
Nicole: ¡¿Qué has hecho?! -Grito con desesperación mientras me paro del suelo hacia donde está Manuela para auxiliarla-.
Samuel solo se limita a respirar más fuerte. Me acerco a Manuela para saber si por lo menos está consciente.
Nicole: Manu... -Digo moviendo su brazo derecho-.
Manuela hace una mueca, como si acabara de despertar con resaca por haber bebido toda la noche.
Nicole: ¿Estás bien?
Se gira quedando sentada sobre el suelo. Me mira por un par de segundos intentando comprender lo que le acabo de preguntar.
Manuela: Eres un infeliz Samuel, ¡vete a la mierda!
Nicole: Ya, ya. Calmate. Y tú, Samuel, no te quedes ahí parado. Mejor trae el botiquín. ¡Rápido!, que le está sangrando la nariz.
Al decir esto, Samuel me mira fijamente, como insultándome de mil y un formas con la mirada. Luego se da la vuelta y da algunos cortos pasos alejándose de nosotras.
Samuel: Váyanse.
Nicole: ¿Qué?
Samuel: ¡Que se vayan! Quiero estar solo.
Nicole: Pe...
Samuel: Que te largues de una vez, Nicole. Por favor, necesito estar solo. Y de paso llévate a esta perra.
Creo que hay tanta tensión en esta sala, que hasta la saliva que acabo de tragar se ha escuchado en el ático. Manuela me hala la parte de atrás de mi vestido, como señal de que ella también quiere irse de allí. Con una mano le ayudo a pararse, mientras que con la otra mantengo su cabeza mirando hacia el techo para que no le afecte la hemorragia.
Antes de que pudiéramos abrir la puerta, la voz del muchacho nos detuvo.
Samuel: Hey. Manuela. Una última cosa. Quiero que sepas que si algo, cualquier cosa, por más insignificante que sea, le llega a pasar a mi Luciana por culpa de tu inepta especulación con el detective, lo lamentarás.
Manuela: Bien. Y yo tengo dos cosas para decirte. La primera. Solo vine a advertirte. Si no quieres ser el siguiente en la cadena, deberías cuidarte. Pero tú verás. Segundo. ¡Já! Bájate de esa nube, que Luciana ya no es tuya.
En ese momento Manuela debió agradecer no tener a Samuel tan cerca como él quisiera, porque lo más seguro es que le hubiera dado otra cachetada, o algo aún peor.
Al salir, lo primero que hago es acostar a Manuela sobre una banca del blanco puerto. Lo único que entorpece este hermoso paisaje lleno de paz, es la escarlata que brota de la nariz de la chica. Gracias a Dios aprobé las clases de primeros auxilios. Le reviso su tabique para saber si se lo ha fracturado. El sofocante grito que lanza al yo tocarle es suficiente prueba de que sí.
Nicole: Si quieres podemos ir a mi casa y yo te hago curación.
Manuela: Auch, auch. Pero no tengo dinero, y tu casa queda al norte de este Bloque.
Nicole: ¿Entonces como llegaste a casa de Samuel?
Manuela: Corrí. Tenía demasiada rabia y miedo, todo se había mezclado; lo de Alejandro, Cristina, el detective y mi novio. No sabía qué hacer, entonces vine a buscar al que creía que era un gran amigo mío.
Nicole: Pues, debes aceptar que te pasaste un poco.
Manuela: Pero es la verdad. Dime si no es demasiada coincidencia que el día antes de la muerte de Alejandro haya terminado con Samuel después de haberse aguantado por tantos años todos esos desplantes. ¿Eh? Además de que es cierto.
Nicole: Cierto, ¿qué?
Manuela y su divina costumbre de no terminar con las frases.
Manuela: Lo que dije... De Alejandro.
Nicole: ¿Que es un egoísta?
Manuela: M-hm.
Nicole: Ya, mejor no hablemos de eso.
Manuela: Bien. ¿Cómo iremos hasta tu casa? ¿No es mejor ir a la clínica?
Nicole: ¿Estás loca? Morirás desangrada si esperamos allí hasta que te atiendan. Yo dejé el auto de papá en casa, pero tengo esto-saco de mi cartera unas monedas que aún conservo-. Suficiente para dos pasajes en metro. Tomemos la línea del Puerto hasta la de la UnO.
Manuela: Gracias Nico, no sé qué haría sin una amiga como tú.
De repente me hablaba como si fuéramos amigas de toda la vida, cuando la verdad es que sólo la conocí porque a cada salida que planeábamos, ella estaba allí con Miguel. Me gustaría creer que era su novio el que la invitaba, pero no, ella misma se sentía con la suficiente confianza como para decir: -Ah, que chevere. ¿Cuando nos vemos?-.
Desde la muerte de Alejo, las cosas han tomado muchos cambios. Cada cosa que pasa es aún más asombrosa. En especial esto. Esos dos tórtolos, que juraban que nada en el universo los iba a separar, que se iban a casar e iban a reproducirse frenéticamente, ahora estaban lejos. Los ha separado el miedo a morir. Con todas las cosas que se han venido presentando, yo no le tendría tanto miedo a morir. En estos momentos le temo más a seguir viviendo.
Nicole: Yo tampoco sé que harías - Digo riendo- Toma - Le ofrezco un pañuelo estirando mi mano- Límpiate, y andando.