~Por Cristina:
Tic, tac, tic, tac
27 de Diciembre de 2010.
7:30 P.M.No sé por qué me sigo empeñando en llegar puntual a cada reunión que planeamos si siempre termino esperando sola por más de una hora. ¡Manada de incumplidos! Ya son las siete y media de la noche y aún no llega nadie, cuando se suponía que debíamos estar aquí a las siete en punto. Por Nicole no me preocupo, es tan normal que tarde mil años en el baño maquillándose como que el agua moje. Además, me parece que su novio iba a recogerla en su auto a su casa y luego irían por Miguel. Pobre Alejandro, le deben estar saliendo canas de esperar a Nicole. Puede que sea mi mejor amiga, pero nunca dejaré de criticarle su penosa obsesión por el maquillaje.
Mesero: -Señorita, ¿ahora sí ordenará algo?
Cristina: -No, lo siento, de verdad, es que aún no han llegado mis amigos. Pero si no le molesta podría traerme un vaso con agua para hacer un poco más de espera.
Mesero: -Claro.
"Si no le molesta"... Aunque por la expresión en su rostro diría que sí le molestó.
Tic, tac, tic, tac. El reloj no para de avanzar. Son las siete y cincuenta y sigo sola. Para evitar comentarios por parte del fastidioso mesero, decido salir del local y sentarme en la acera de enfrente mientras espero.
Hace un poco de frío, y casi que suena más duro el silbido del viento que la música del establecimiento. Es en estos momentos donde recuerdo la valiosa utilidad de los abrigos, en especial del mío, ese que siempre olvido sobre mi cama cada vez que voy a salir.
Esta ciudad no se la va muy bien con el frío. Sin embargo; casi siempre por estas épocas de Diciembre empiezan a presentarse fuertes corrientes de aire helado, que por lo general termina en grandes tormentas de granizo, y esa suele ser una de las pocas causas que generan alteración del orden en la ciudad, pues de por sí, es muy tranquila. Su nombre se lo debemos a los hermanos sacerdotes José María y Mateo Mussolini que huyendo de Europa en la época de las cruzadas, atravesaron el océano para así encontrarse con esta tierra, en la costa este de nuestro país, y darle por nombre Villa de los Santos. Según cuentan, la razón del nombre se debe a que la fecha en la que llegaron hasta aquí fue la madrugada de un 28 de Diciembre. Así que, siguiendo esa tradición, los habitantes de este, para entonces pueblo, fueron católicos autoritarios. Pero hoy en día, esta ciudad de Santos solo tiene el nombre, pues, a pesar de ser tranquila, está en su mayoría llena de muchos jóvenes debido al gran prestigio que posee la Universidad de Oriente. El católicismo se ha ido reduciendo, tanto que ya no celebramos de manera "digna" la fiesta de fundación de la Villa como solía hacerse, con misas y ritos católicos desde el día anterior, para amanecer orando en una iglesia y así poder recibir en paz la llegada de nuestros fundadores en la madrugada del 28. A cambio de esto, ahora hago lo que hace la mayoría, en vez de ir a una iglesia salimos a festejar en una disco con nuestros amigos y recibimos ebrios la madrugada del 28 de Diciembre.
Me quedo mirando el gran letrero de color azul neón que dice "Ice Bar". Y miro mi reloj. Ocho en punto. Iba a soltar un grito de desesperación cuando escucho sonar un pito de una motocicleta. Es Javier, el primo de Alejandro, que lleva en la parte de atrás a Ángela, su hermana melliza. Iba a lanzarles un insulto por hacerme esperar tanto, hasta que vi que al lado de ellos estaba Samuel en otra moto. Al verlo me sonrojo, pues siempre me ha parecido tan atractivo que no querría parecer una grosera frente a él.
Mientras se iban acercando a mi, llegan en el plateado auto de Alejandro, él, su novia Nicole, su compañero Miguel, y la autoinvitada que nunca falta: Manuela, la novia de Miguel.