Tercera parte

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Capitulo 22:  Es un órgano

En cada ser humano se halla un órgano que bombea sangre, late una y otra y otra vez. Él es muy frágil, y es tan delicado que tiene que ser protegido de daños externos por veinticuatro costillas, doce de ambos lados, y a menos que no sea algo afilado o una bala, no le pasará nada, sin embargo, pensándolo bien, eso es lo que se dice en términos médicos. Y a pesar de eso solo quiero que me revelen varias preguntas que se escapan de mí conocimiento.

¿Por qué se acelera ante el miedo?, parece capaz de atravesar mi pecho, ¿por qué es como si le diera un vuelco cada vez que tú te acercas?, pues, juraría que hasta se detiene. ¿Por qué las palabras hirientes se sienten como si lo atravesaran o por qué verte en sus brazos se siente como un disparo?, hay demasiada sangre...

Lo que pasa es que yo recuerdo algo en específico y esas preguntas siempre estuvieron en mi mente, más ese día en que el dolor que sentí, lo sentí ahora mismo como si hubiese sido ayer, sin embargo; debía decirlo, escribirlo aquí.

«Tus labios y sus labios, todos decían que lo hieran, y tú me miraste diciendo cuenta hasta cinco. Y así lo hice, el tiempo se volvió lento cuando sus labios se unieron, yo decía uno. Y todo comenzó a arder. Dos. Sentí un dolor punzante. Tres. Una herida nació. Cuatro. ¿Cuántas más abrirías? Cinco. Seguían besándose y yo solo pensaba porqué los veía, por qué no me largaba. Seis. Ella te alejó. Siete. Volteaste a mirarme. ¿Por qué lo hiciste?

Mi corazón sentía la sangre esparcirse a los laterales de los pulmones y el aire de este se me escapó del cuerpo dejándome en un trance en donde solo escuchaba tu voz llamarme, una y otra y otra vez, «¡bonita!, vuelve, no te pongas así, fue un juego». ¿Era cierto, me buscabas o tu voz fue producto de mi mente para torturarme un poco más?, porque en aquel instante quería dejar de sentir, quería dejar de pensar y de reproducir constantemente esa imagen en mi cerebro, quería dejar de verme como un disco rayado que estaba siendo olvidado en el bote de la basura, y cuando pensé que no podría ser peor, pasó lo peor.

Tambaleándome salí del lugar llorando, porque lo veía caer, trozo a trozo aquel que pegué con tus besos, aquel que curé en tus brazos, pero, ¿Cómo esperaba confiar en la sutura si fuiste quien lo rompió?, tú me diste el hilo y la aguja, tú me diste el quirófano, pero solo fui ingenua.

¿Por qué razón iba a pensar que me querías, si solo mi cuerpo veías?, siempre halagaste mi físico y a mi mente jamás la nombraste. Decías que mis ojos era un eterno enigma que siempre querrías leer, y a pesar de ello nunca supiste hacerlo. Que mi piel canela era suave como el terciopelo, que mi cintura pequeña era perfecta para tus manos, y que mi cabello era digno de una diosa.

¿Alguna vez pensaste en mi como alguien? ¿cómo una persona y no como un objeto que usas y desechas a tu antojo?

No quiero verte, ya ni quiero que me veas, el simple hecho de que me toques me repugna, me asquea y solo quiero borrar tus huellas de mi piel, dejar de rememorar los recuerdos que me consumen y amargan la existencia misma, eso es lo que deseo con toda mi alma.

Y espero que pronto te des cuenta, porque no importa si es en cinco segundos, dos minutos, una hora o dos días, ya será muy tarde, ya no habrá vuelta atrás porque esta vez mis ventanas tendrán el vidrio polarizado. Tu presencia y tus gritos serán ignorados por mi habitación insonorizada, y olvidaré lentamente todo de ti, al punto de desechar cada recuerdo sabiendo que amé a quien no tuvo que ser amado, y duélale a quien le duela, le puesto un candado al hoyo en mi pecho.

Novecientos noventa y nueve trozos  (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora