Su alteza no ve motivos para celebrar

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La fiesta dio inicio, se encontraba la familia real y algunos nobles, pero a pesar de haber pasado una hora y media, aún no habían llegado los héroes de guerra y el cuarto príncipe.

La emperatriz, como organizadora del evento debía averiguar a fondo lo que había ocurrido.

Entonces se acercó a una dama que era su asistente.

—¿Te aseguraste de que las invitaciones se entregaran y llegaran a su destino?

—¡Por supuesto mi señora! Incluso enviaron otra carta para agradecer la invitación.

—¿Entonces dónde están?

—No lo sé, si quiere puedo ir a preguntar al Castillo del cuarto príncipe.

—Su majestad está perdiendo la paciencia, ve rápido.

La emperatriz se acercó a su esposo y sonrió para animarlo.  —Su majestad, todo esto es extraño, normalmente esa clase de gente viene muy temprano a estos eventos importantes cuando se les invita, no entiendo nada, incluso la cocina preparó el doble de comida y no vienen ni siquiera para robarla...

—Silencio, quizás por esa actitud que tienes no quieren verte, espero que se presenten, de lo contrario esta humillación será completamente tu culpa.

—Mi señor, todo evento que queda a mis manos siempre lo ha sorprendido gratamente, nunca he hecho nada mal, es más probable que todos hayan muerto de camino a que yo haya cometido un error.

—No quiero excusas Beatriz, tu deber incluye supervisar que no suceda ningún tipo de a accidentes también.

—Así es, investigaré que ocurre.

Minutos luego, aparece la asistente con la cara pálida y va con la emperatriz.

—Mi señora, fui al palacio del cuarto príncipe para informar que se requería de su presencia.

—¿Y?

—Me atendió su esposa, la princesa Emma, pero me dijo que el cuarto príncipe estaba cansado y que había ido a dormir, por ende, no se presentará.

—¡Ese tonto cree que puede ignorarnos sólo por liderar una guerra! ¿Cómo se atreve?

—Mi señora, acaban de llegar cientos de carruajes, creo que corresponden a los soldados destacados.

—Perfecto, vamos, los recibiré personalmente.

Luan que estaba observando todo sonrió con esa mirada de zorro mientras bebía lentamente un trago de vino.

La emperatriz salió con una enorme sonrisa esperando a que los demás salieran, pero ninguno lo hizo, así que, tras unos minutos, los sirvientes abrieron las puertas y descubrieron que no había nadie, sólo unas cartas tendidas.

La emperatriz solicitó que le entregaran una para leer.

—Gracias a su majestad por habernos invitado, pero hoy me encuentro en la casa de la familia de un colega nuestro muerto en la batalla, los acompaño para que se sientan mejor, no puede ir y celebrar la muerte de mi amigo.

La emperatriz pidió otra carta. —Lamento no haber podido asistir, estos días estoy cuidando a una huérfana muy enferma, su padre murió durante la guerra y decidí cuidarla, no es momento para celebrar.

Y así múltiples cartas que tenían ese formato, todos debían hacer algo relacionado con personas que murieron en la guerra y concluían en que no se debía celebrar.

Nadie vendrá.

La emperatriz regresó a la fiesta con una carta en la mano y se acercó a su esposo.

Su alteza es mi destino [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora