Ella nunca va a disfrutar de esta canción nunca más.
La pianista toca una hermosa melodía con el sonido de su corazón roto mientras contempla el mar de mesas de restaurante vacías. Ella ve a amante tras amante sonreír y reír, tomando la mano de su pareja y saliendo feliz del restaurante.
Nadie sabía que era su cumpleaños, nadie sabía que estaba teniendo el peor día de su vida. Y si lo hicieran, probablemente no les importaría. Les importa una mierda que cada risita haga que su corazón se encoja más y más hasta que no sea más que un volante dejado en el suelo del metro. Publicidad de algo que nadie quiere.
"¿Perdóneme?" La camarera se acerca ansiosamente a la mesa. "Si no vas a pedir nada, ¿tendremos que pedirte que te vayas?"
"Sí", dice con un aliento exhausto. "Está bien." Recoge su abrigo y su bolso, se limpia las lágrimas y se dirige a la puerta.
“Que tengas una buena noche”, trata de ser amable el anfitrión.
"Gracias", susurra, sollozando mientras se precipita a través de la puerta, era jodidamente vergonzoso.
El aire frío de DC la golpea en la cara, dejándola sin aliento mientras lo ve escapar de sus pulmones en forma de niebla. Se envuelve en su abrigo, marchando furiosa sobre la nieve de camino a su coche, cabreada más allá de lo creíble. Una vez que está dentro, con la calefacción encendida y el parabrisas casi despejado, saca su teléfono.
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Ella suspira, deja su teléfono en la consola central y sale a la noche.
Spencer era el único hombre en su vida en el que podía confiar en este momento. Incluso después de regresar a casa de la prisión, él seguía siendo el hombre dulce que se sentaba con ella en la biblioteca y la ayudaba a reorganizar las declaraciones para que pudiera irse a casa temprano. Es demasiado amable para su propio bien, hace todo lo que está a su alcance por todos los demás, incluso cambia sus planes para pasar tiempo con ella.
Cuando ella se detiene en su apartamento, él está de pie en la acera con su abrigo. Su bufanda envuelta alrededor de su cuello, ocultando su barbilla y temblando mientras espera. “Sube, loco”, le grita mientras se detiene.
Abre la puerta, “hola”, se estremece con la mandíbula temblando. "Gracias."
Ella explota el calor, alcanzando sus manos y frotándolas con las suyas. ¿Por qué no esperaste a que yo llegara aquí? ¿No tenías que esperar en esto?
“El frío me calmó”, sigue tembloroso. “Tuve la tentación de encontrarlo y decirle lo que pensaba”.
"Está bien", se encoge de hombros. Estoy seguro de que tiene una excusa.
