2 // Las Cartas

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Petunia y Dudley fueron los primeros en entrar a la casa, seguidos de Vernon, Harry y Lydia.

— ¿Que pasó? — cuestionó agarrándolos del cabello. Sus ojos irradiaban confusión.

— ¡No lo sabemos! — Admitieron al unísono.

— ¡El vidrio estaba ahí y luego desapareció! ¡fue como magia! — explicó la chica.

Luego de eso Vernon los agarro y los metió en la alacena debajo de las escaleras,

— No existe tal cosa como la magia — susurro a través de la rejilla, dejándolos solos a oscuras en dicho espacio reducido.

⎈ ⎈ ⎈

Al día siguiente, luego de haber dormido de la manera más incómoda posible, como de costumbre, los mellizos fueron obligados a recoger el correo.

Había una postal, facturas y algo que sorprendió a los hermanos.

Una carta decía Mrs. L. Potter y otra Mr. H. Potter.

Dichos niños intercambiaron miradas y entraron a la cocina, con intenciones de darles las cartas a Vernon, el cuál estaba desayunando unas tostadas francesas que habían sido preparadas por la pelirroja unos minutos antes.

Cuando estaban por abrir las cartas Dudley vino y les arrebató los papeles de las manos.

— ¡Papá! ¡Harry y Lydia tienen una carta! — anunció corriendo al lado de su papá y entregándole el papel escrito.

— ¡Devuélvanlas! ¡Son nuestras! — ordenó furiosa.

— ¿Suyas? ¿quien les querría escribir a ustedes? — agarró una carta para luego darla vuelta. Una mueca de burla y superioridad cambió repentinamente a una seria. Miro a Petunia y luego a Harry y Lydia, quienes se encontraban enfrentados con la mesa del desayuno entre medio.

⎈ ⎈ ⎈

Con el paso de los días, más cartas iban apareciendo por la casa, hasta que un día, millones de cartas aparecieron por la chimenea. Vernon, harto de esto hizo que todos se mudaran a una casa en la mitad de la nada.

⎈ ⎈ ⎈

Una noche, no cualquiera, la del día anterior al cumpleaños de los mellizos, el par hizo un pastel con el polvo que había en el piso de dicha casa en la cuál se habían transladado.

Justo cuando el reloj de su primo marcaron 00:00 ambos soplaron el polvo y se dieron un cálido abrazo.

A los pocos segundos, unos fuertes ruidos comenzaron a golpear la puerta, logrando tirarla abajo. Ambos rápidamente se escondieron.

Un hombre bastante alto, vestido con un gran tapado y una barba tupida entró.

— Siento eso — se disculpo volviendo a colocar la puerta donde iba.

— ¡Exijo que se vaya de una vez, señor! — ordenó — ¡Esto es allanamiento de morada! — explicó sosteniendo una escopeta, apuntándole al hombre. El desconocido se acercó a Vernon.

— Madura ya, Dursley — Agarro el arma de Vernon y la doblo, justo antes de que este disparara.

— No te he visto desde que eras un bebé, Harry. estás un poco más ancho de lo que recordaba. ¿Donde esta Lydia?

— yo-yo-o no soy Harry — dijo tartamudeando.

— Yo lo soy — admitió dando un paso adelante, a la vez que agarraba del brazo a su melliza, forzándola a salir.

El hijo de mi enemigo [Matheo Riddle]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora